Hay fotos que dieron vuelta el mundo, pero además, tuvieron la capacidad de influir en el curso de una guerra por caso, o en una revuelta.

Como reflexiona la filósofa Susan Sontag, “si no hay fotografía el olvido es más fácil”.

En 1989, en la plaza de Tiananmen (China) un hombre que tiene los hombros encorvados y lleva una bolsa en sus manos, se detuvo, casi pasivo frente a cuatro tanques.

La revista Time incluyó el registro entre los 100 más influyentes de todos los tiempos. “Muertos: 10.454. Heridos: más de 40.000“, fue el saldo de la masacre en la capital de China.

Antes, el 8 de junio de 1972 una imagen conmocionó al mundo: Kim Phuc, una niña vietnamita de nueve años, corría desnuda con la piel abrasada tras un ataque con napalm en la aldea de Trang Bang. La fotografía, atribuida al fotógrafo vietnamita Nick Ut de Associated Press, ganó el premio Pulitzer y se convirtió en un símbolo contra la guerra de Vietnam.

El sitio El Confidencial (España) señala que “el potente retrato de sufrimiento humano no solo aceleró el fin del conflicto, sino que marcó un antes y un después en la historia del fotoperiodismo. Durante décadas, Nick Ut fue reconocido como el autor de la fotografía que mostró al mundo el horror de la guerra. La misma imagen llevó al público estadounidense a cuestionar la participación de su país en Vietnam y reforzó el poder del fotoperiodismo para cambiar percepciones”.

En duda

Pero, en el poderoso festival de cine Sundance que se inauguró el fin de semana, un documental puso en duda la autoría.

“The Stringer”, dirigido por Bao Nguyen y ovacionado en Sundance, sugiere que la fotografía fue obra del vietnamita independiente Nguyen Thanh Nghe, y no de Ut.

El rodaje se basa en testimonios como el de Carl Robinson, ex editor de Associated Press en Saigón, quien asegura que el jefe de fotografía Horst Faas ordenó atribuir la imagen a Ut.

ICÓNICA IMAGEN. Un film abrió la investigación sobre su autoría.

Como es obvio, no se trata de una discusión intrascendente. Se estima que en las 24 horas posteriores a su publicación, mil millones de personas habían visto la imagen.

La película expone una trama de decisiones editoriales que, según los cineastas, buscaban destacar a fotógrafos afiliados a grandes agencias internacionales.

Nguyen Thanh Nghe, quien asegura ser el verdadero autor, relata cómo su crédito fue ignorado. Según su testimonio, Faas compró la película con la imagen y atribuyó el trabajo a Ut, quien habría estado en el lugar, pero capturó la escena desde un ángulo menos impactante.

La familia de Nghe también comparte el dolor de décadas al ver cómo el reconocimiento iba a otra persona, mientras el fotógrafo independiente sufría el olvido.

Carl Robinson, ex editor de fotografía de Saigón en Associated Press durante la guerra de Vietnam, que conocía que la imagen realmente pertenecía a un fotógrafo ‘freelance’ “No quería morir antes de que saliera esta historia“, dijo Robinson.

Ante la controversia, el abogado de Nick Ut ha calificado las afirmaciones como una “venganza de 50 años” contra su cliente y la agencia. Además, ha anunciado que se presentará una demanda por difamación contra los realizadores del documental.

Por su parte, la agencia Associated Press declinó participar en el rodaje, y, aunque asegura que no ha encontrado evidencia para desmentir a Ut, se muestra dispuesta a revisar cualquier información.

Mientras el debate sobre la autoría de la icónica fotografía persiste, el caso pone de relieve cuestiones éticas en el fotoperiodismo y el tratamiento de los fotógrafos locales frente a las grandes agencias. “Las mentiras tienen las patas muy cortas”, ha escrito el fotógrafo especializado en conflictos armados, Gervasio Sánchez, en su cuenta de X. “Espero que se abra una investigación más amplia que obligue al fotógrafo, a Associated Press y los protagonistas vivos a aclarar judicialmente el robo”.

El inicio

“Cuando se fotografía con película, siempre hay algo de misterio. Pero lo que sí se sabe es lo que no se ha tomado”.

Así comienza el impactante documental “The Stringer”, una voz en off que sirve como una dura condena a una supuesta mentira.

Crédito y la objetividad

De confirmarse lo sostenido en el documental “The Stringer” (es una palabra que se usa para nombrar a lo que acá diríamos un “colaborador permanente”) sobre que la fotografía “La niña del napalm” no fue tomada por Nick Ut, fotógrafo de planta de la agencia norteamericana The Associated Press, sino por un Nguyen Thanh Nghe, taxista y fotógrafo militar que actualmente vive en California, quien también tomaba fotos y las vendía a los periodistas que pululaban en la zona, plantea al menos dos problemas. Primero que nada sería un fraude, repudiable en cualquier caso, pero esto no se agotaría ahí, señala Julio Pantoja, un fotoperiodista reconocido en el país y director de la Bienal de Fotografía Documental.

Sucede que el mayor capital del “club” de las agencias internacionales como A.P., Reuters, etcétera, es el rigor periodístico e informativo basado en una doctrina también promovida desde los Estados Unidos que tiene como norte a la “objetividad”. Y el crédito del autor obviamente forma parte fundamental de esta mirada. Estas empresas y sus editores son casi fundamentalistas con esta idea que se contrapone con otras miradas más europeas, en las que la subjetividad de la interpretación juega un rol importante. Admitir que se hayan permitido “mentir” los atacaría en el corazón de la filosofía sobre la que construyen su discurso. Sería un golpe del cual les costaría reponerse.