No estoy de acuerdo con las reflexiones del Dr. Sancho Miñano en su artículo “Ser o no ser peronista” (LA GACETA Literaria del 02/03/25). En primer lugar, hay que saber que ser peronista nunca fue obligatorio, por más que el régimen en sus inicios, nos haya adoctrinado con toda la fuerza del Estado.
El autor no respeta el título del editorial, pues ignora lo que significa “ser peronista” y se limita en analizar los motivos que tuvo una parte de la ciudadanía para “hacerse peronista”, afirmando prontamente que son razones sentimentales las que indujeron a muchos argentinos a militar en ese partido, “como la que se puede sentir por River o Boca”. No lo culpo por esquivar el tema; no es fácil explicar porque coinciden en el mismo espacio los montoneros y la Triple A, los neoliberales de Menem y los castro-chavistas, las privatizaciones y las estatizaciones, etc. Es imposible de comprender. Mi interpretación es que el colectivo peronista necesita del Estado para mejorar su calidad de vida, por eso se juntan haciendo abstracción de cualquier ideología.
Cuando se refiere a los llamados “antiperonistas“, mi discrepancia es aún mayor porque el autor repite el argumento cuando afirma que “no existen motivos intelectuales” para ser antiperonista y solo es una cuestión sentimental. En realidad, como dije al comienzo, una parte importante de la ciudadanía no pudo ser adoctrinada por el régimen peronista en sus primeros gobiernos y se opusieron con valentía, pero no por sentimiento gorila, sino porque a mucha gente no le gusta seguir como cordero a ningún espacio político. Ellos criticaron la vida privada del presidente Perón porque era muy dudosa la conducta que tuvo con una menor de edad; no hicieron lo mismo con la conducta privada de Mitre o Sarmiento porque ocurrió casi 100 años antes, y el comportamiento de Alberto Fernández o Milei no tienen la misma gravedad.
Me resultó totalmente injusto y hasta irrespetuoso cuando considera a los antiperonistas como “habitués de los coquetos café de autor, que tilda de bruto al que ose empatizar con cualquier idea de justicia social, una suerte de clasismo moderno, más de tinte farandulero que aristocrático, cuya militancia nunca conoció mucho del mundo que se extiende más allá del cómodo chalet familiar y las arboladas calles linderas”. Me pregunto si a ese guion no se lo dieron en alguna unidad básica.
Luis O. Pérez Cleip
Tucumán