El reino llamado LaLa Land está situado entre los montes Cárpatos. Está gobernado por un temperamental emperador al que muchos de sus vasallos llaman El Maestro Manipulador o, en pocas palabras, MM. Emite órdenes ejecutivas con la velocidad con la que escupe un músico de jazz y ha conseguido antagonizar a casi la mitad de la población de su reino.

Los habitantes de LaLa Land padecen la misma proporción de enfermedades que en otros países, con una notable excepción: los afectados de afasia representan casi la mitad de la población. La afasia es un trastorno del lenguaje que se produce por daños en las zonas del cerebro responsables del lenguaje. Este trastorno dificulta varios aspectos del lenguaje y puede desarrollarse en cualquier persona. Afecta gravemente la comunicación entre las personas. Ahora, con las nuevas tecnologías, la afasia puede mejorarse enormemente y sus efectos nocivos pueden reducirse de modo considerable.

Existe un tipo de afasia llamada Aphasia floriloquens. En su libro The Afflictions, el Dr. Vikram Paralkar describe sus características. Reconociendo que la Aphasia floriloquens es difícil de ubicar entre las 92 categorías de trastornos lingüísticos conocidos por el hombre; Paralkar dice que es la única afasia caracterizada por un exceso extraordinario de habla, en lugar de una falta de ella.

Veamos lo que Paralkar dice sobre los afectados por el trastorno: “Estos inválidos suelen ser explotados. Los curiosos los convencen de dar conferencias públicas, que son como los carnavales ambulantes que exhiben hombres con deformidades corporales. Sus conferencias son inmensamente populares. El inválido con Aphasia floriloquens se para en un escenario farfullando, luchando en vano por responder las simples preguntas que se le plantean, mientras cientos de hombres eruditos se sientan, alertas con sus plumas y papeles, con la esperanza de extraer algunas yuxtaposiciones brillantes de la red de tangentes arcanas”. Muchos vasallos descontentos creen que el rey de LaLa Land está afectado por esta condición.

Aunque la afasia afecta a personas de mediana edad o mayores, cualquiera puede padecerla, incluso niños pequeños. La estimación actual de afasia en EE.UU. es de un millón. Casi 180.000 estadounidenses la padecen cada año, según la Asociación Nacional de Afasia.

Detectores de mentiras

A pesar de la carga que supone para quienes la padecen, la afasia común tiene una característica notable. En su libro El hombre que confundió a su mujer con un sombrero, el neurólogo británico-estadounidense Oliver Sacks describió a personas que padecen la forma más grave de afasia global. Aunque no pueden entender las palabras, entienden la mayor parte de lo que se les dice. Como escribió el Dr. Sacks: “De ahí la sensación que tengo –y la tenemos todos los que trabajamos estrechamente con afásicos– de que no se le puede mentir a un afásico. No puede captar tus palabras y, por lo tanto, no puede ser engañado por ellas; pero lo que capta, lo capta con una precisión infalible, es decir, la expresión que acompaña a las palabras, esa expresividad total, espontánea, involuntaria que nunca puede simularse ni fingirse, como las palabras solas pueden, con demasiada facilidad”.

Según Sacks, los afásicos tienen un talento único para reconocer la falsedad, la malicia o las intenciones engañosas. También pueden decirnos en quién podemos confiar, quién es íntegro, quién tiene sentido, cuando nosotros –tan conscientes del poder de las palabras– no podemos confiar en nuestros propios instintos.

Sacks escribe sobre una ocasión en que se oyeron risas en el pabellón de afasia, mientras los pacientes escuchaban con entusiasmo un discurso presidencial. “Allí estaba él, el viejo encantador, el actor, con su retórica practicada, sus histrionismos, su atractivo emocional y todos los pacientes se convulsionaron de risa. Bueno, no todos: algunos parecían desconcertados, otros indignados, uno o dos parecían aprensivos, pero la mayoría parecían divertidos. El presidente, como siempre, era conmovedor, pero al parecer los hacía reír, principalmente. ¿En qué podían estar pensando? ¿No lo entendían? ¿O tal vez lo entendían demasiado bien?”

Lo dicho me lleva de nuevo a la situación de LaLa Land, donde el rey asumió poderes inauditos, que utiliza para perseguir a sus enemigos, desmantelar el reino, eliminar todos los controles y recompensar la lealtad ciega. Y pregunto: ¿Dónde se han ido todos los afásicos, los que pueden decir que el emperador está desnudo?

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César Chelala - Consultor en Salud Pública, periodista y escritor. Co-ganador del premio del Overseas Press Club por un artículo publicado en “The New York Times”. Llevó a cabo misiones relacionadas con la salud en más de 50 países de todo el mundo.