La guerra de Malvinas, en aquella época, derivó en una crisis internacional de proporciones inéditas donde estuvieron involucradas potencias como Estados Unidos y Gran Bretaña. La recuperación de las islas unió al pueblo argentino en una tarea nacional postergada desde hace bastantes años. El gobierno militar, en aquel momento, tenía intereses específicos: reforzar su posición mediante un compromiso con Estados Unidos a expensas de Inglaterra. La iniciativa militar fue producto de una combinación de factores: ambigüedad sobre el status jurídico de los territorios de la región, la presión de Estados Unidos e Inglaterra que formaron una alianza militar en el Atlántico Sur conocida como OTAN, explotación económica de la pesca y el petróleo y clarificar el panorama de fuerzas en la Antártida. La reivindicación de Malvinas no fue solo una cuestión sentimental sino que se transformó en una cuestión concreta frente a las presiones de los países poderosos. El detonante de la ocupación militar fue una brutal crisis económica que asolaba a Argentina. El 30 de marzo de 1982, dos días antes, hubo una huelga general de la CGT. Washington se coloca, ante el conflicto, como cuestión de principios, en una perspectiva global: la defensa de sus aliados (Inglaterra) (Otan), mientras que el gobierno militar tenía la equivocada idea que Estados Unidos iba a mediar o persuadir a Inglaterra del irritante tema austral. Funcionarios pensaron que una línea dura con Inglaterra iba a traer repercusiones internacionales de carácter manejables o llevaderas. Nunca se imaginaron ni pensaron en la tremenda reacción de Inglaterra con semejante aparato militar frente a la ocupación militar argentina, con el apoyo de Estados Unidos y la OTAN. Los jóvenes de ayer no entendieron todos estos análisis, sólo les interesó estar con la causa Malvinas. Para Inglaterra éramos unos salvajes que osaron molestar el orden imperial. En la guerra participaron los muchachos de las clases 1961, 1962 y 1963. Los de 1964 y 1965 colaboraron activamente realizando actividades y colectas para los soldados, como las que hicimos en mi escuela con gran pasión y convencimiento en aquel 1982. Aquellos acontecimientos no nos contaron los libros de historia, sino que los vivimos. Nunca olvidaremos esta tremenda experiencia.

Pedro Pablo Verasaluse 

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