Tras la muerte del papa Francisco, una de las imágenes más impactantes y simbólicas de su funeral es la de su cuerpo revestido con ornamentos litúrgicos tradicionales: la capa pluvial y el manto papal. Estos elementos, cargados de siglos de historia, no solo reflejan la dignidad del pontífice como líder espiritual, sino también su papel como siervo de la Iglesia.

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Una vestidura con peso espiritual y simbólico

En los funerales papales, el Papa difunto es revestido con ornamentos litúrgicos solemnes que evocan su rol pastoral. La capa pluvial, una especie de manto largo y semicircular, representa la autoridad espiritual y el rol de guía del pueblo de Dios. Aunque no se trata de una capa utilizada habitualmente en la vida diaria del Papa, en el contexto fúnebre adquiere un profundo valor litúrgico.

El manto papal, por su parte, suele estar confeccionado en blanco o rojo púrpura, colores que en la tradición católica están asociados con la pureza, el sacrificio y la realeza espiritual. En el caso de Francisco, conocido por su sencillez y humildad, los colores y tejidos elegidos mantuvieron una línea austera, fiel a su estilo personal.

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La estola y el palio: signos del servicio y la unidad

Además del manto, el Papa es revestido con una estola, que simboliza el yugo de Cristo y el compromiso pastoral. En muchos casos también se incluye el palio, una banda de lana blanca con cruces negras, que representa su jurisdicción como arzobispo de Roma y su comunión con las demás Iglesias.

Estos ornamentos no son solo elementos ceremoniales: están imbuidos de un profundo significado teológico. Representan la continuidad apostólica, el servicio a la Iglesia y el testimonio de fe hasta la muerte. En la liturgia exequial, ayudan a recordar que el Papa, aunque haya ocupado el trono de Pedro, fue ante todo un pastor al servicio del Evangelio.

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Una coherencia hasta el final

Francisco, que desde el inicio de su pontificado optó por un estilo sobrio y pastoral, pidió expresamente que su funeral mantuviera esa línea. Por eso, aunque vistió los ornamentos tradicionales, estos no fueron lujosos ni excesivos. Su elección final refleja su deseo de ser recordado más por sus gestos que por la pompa, y por su entrega más que por el poder.