En una sociedad en la que todas las personas tienen presencia y voz tanto en la vida real y física como en la digitalidad, los cruces son moneda frecuente. Por eso, cuando todos quieren tener la razón y triunfar en las discusiones, quienes llaman la atención son los que no buscan ganar. Las personalidades más calladas funcionan de manera particular y estos son algunos de sus rasgos.

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Aunque el conflicto puede ser parte de la vida, hay quienes prefieren evitarlo tanto como sea posible. Ya sea por no sentirse cómodos en las discusiones o por disgustarles los enfrentamientos, muchas personas eligen adoptar una postura calma y hasta silenciosa para no ir al choque con otros. Aunque tiene sus ventajas, esta posición también puede tener algunos costos.

Por qué una persona elige callar para evitar discutir

Una de los datos que pueden arrojar las personalidades conflictivas son los de su crianza. Es probable que una persona que creció en un entorno hostil se comporte de ese modo durante su adultez a que lo haga alguien que fue educado en un contexto pacífico, libre de peleas. Entonces, puede que las personas más calladas hayan tenido un pasado del que haber heredado ese comportamiento.

Pero la regla no es general y no aplica de igual modo a todos, sino que muchos de los sujetos que crecieron en entornos problemáticos tienden a adoptar una postura contraria. En la adultez, estos pueden incorporar mecanismos de evitación para no resultar dañados o violentados nuevamente.

Otro de los miedos habituales que lleva a las personas a ser calladas es el de perder el control sobre la situación. No solo se busca evitar una actitud desmedida de los demás, sino también de la propia. Quienes discuten también se exponen y las emociones que se muestran pueden ir desde la frustración hasta la violencia.

Por otra parte, se puede tratar de seres que buscan la aprobación constante de los demás. Estos pueden temer decepcionar a sus vínculos. En el caso de las personas con dificultades o fobias para socializar, la posibilidad de ser juzgados representa un problema considerable.

 A largo plazo, estas personas pueden experimentar frustración, agotamiento emocional, pérdida de identidad e incluso problemas físicos derivados de somatizaciones, como dolores musculares, trastornos digestivos, fatiga crónica o síntomas de ansiedad y depresión.