“Un pequeño gesto de amor puede aliviar el miedo de un niño. Doná un osito y regalá un abrazo”, dice el lema de la iniciativa que cada lunes llena de ternura la sala de diagnóstico por imágenes del hospital Padilla. La campaña nació del corazón de un equipo de médicos y técnicos, y logró cambiar el rostro del temor por sonrisas y saltos de emoción.
Por las puertas del resonador del hospital -el único público de Tucumán- pasan cada lunes decenas de niños con distintas patologías. Llegan en ayunas, aburridos, nerviosos y con caras serias. Pero apenas cruzan el umbral de la sala, algo cambia. Entre carteles de colores y montones de ositos, sus ojos se abren grandes y por un momento se olvidan de que están en un hospital.
“Ella pasó por muchas internaciones y es la primera vez que tenemos una experiencia como esta”, cuenta emocionada Nadina Jalil, mamá de Catalina, de cuatro años. “Todos los nervios y el estrés con el que llegué se fueron al verla tan ilusionada”.
La pequeña de cabello castaño y ondulado, baja de la camilla, aprieta fuerte la mano de su mamá y elige un peluche casi tan grande como ella. Momentos después y antes de que la máscara con la anestesia le cubra la cara, una voz tranquila le explica: “el olor puede ser feo, podés respirar por la boca”. Ella asiente y abraza su osito.
A pocos pasos, Juan Pablo, de 14 años y con su pelo naranja brillante, no puede disimular la emoción. Da brincos al ver los juguetes. Primero quería uno enorme, después escoge con cuidado varios autitos. “Llegué muerta de nervios” -dice su mamá Zaira Sánchez- “pero en el instante en el que lo vi emocionarse, supe que todo el estrés había pasado”.
De un caramelo a un compañero de batalla
La campaña nació en noviembre de 2024. Hasta entonces, el equipo intentaba calmar a los chicos con golosinas. “No obstante notamos que algunos venían con su propio muñequito y lograban pasar la resonancia sin tanto miedo”, recuerda Patricia Villagra, pediatra y neonatóloga que forma parte del equipo médico que acompaña a los niños. Fue entonces cuando uno de los técnicos, Agustín Fioretti, propuso darles a todos la posibilidad de que pudieran elegir un peluche, aunque ya trajeran uno de casa.
“La idea era negociar con ellos, explicarles que el osito los iba a proteger, que eran tan valientes como él”, remarca Villagra.
Desde ese día, el equipo convirtió la sala en una especie de tienda de muñecos. Los chicos llegan y descubren que, antes que nada, deberán elegir a su compañero. “Se nota el cambio en sus caras”, comenta Villagra.
Tucumán tiene un nuevo resonador abierto“Logramos sacarlos del contexto de anestesia y tensión. Y cuando se despiertan, nos aseguramos de que el osito siga con ellos. A veces incluso nos piden otro para el hermanito o un amiguito”, dice entre risas.
Una cadena solidaria que no para de crecer
Cada lunes por la siesta, los técnicos y médicos se transforman también en niños. Juegan con los chicos, los contienen y los acompañan. La campaña no sólo contagió a los pacientes, sino también a familias, colegios, jardines y hasta ex pacientes que se sumaron a donar ositos. Uno de ellos, incluso, dejó una tarjeta llena de colores para otro niño, con una frase que resume lo que esta iniciativa quiso generar: “sos valiente”.
“La gente se copó muchísimo”- cuenta el técnico Fioretti ante la pila de peluches que acomodan uno por uno mientras esperan a los niños.
Son muchos sí, pero los pacientes también al igual que las ganas de compartir el espíritu de este ideal. “Seguimos recibiendo donaciones, y ya planeamos para el Día del Niño llevar ositos a otros hospitales, como la Maternidad y el Avellaneda”, afirma.
Un resonador magnético estudia el cuerpo enteroLos ositos deben estar limpios, en buen estado y no tener piezas pequeñas que puedan desprenderse. También se puede incluir un mensajito para las familias. Las donaciones se reciben en el hospital Padilla, en Yerba Buena (Los Ceibos 1.878), en Balcarce 450 y en Los Nogales (Country Labradores F26).
Más que un juguete
“Esto me salió del corazón”, confiesa Fioretti. “Estoy acostumbrado a trabajar con adultos pero me gusta trabajar con niños, y esta parte solidaria nos anima mucho a todos. Llegamos al trabajo con más ganas”, indica.
El gesto de elegir un osito transforma por completo la experiencia de un niño en una situación médica difícil. En el Padilla los peluches se convierten en compañeros de batalla, escudos contra el miedo y testigos de valentía. Y mientras los niños se aferran a su osito, los médicos y técnicos saben que regalan algo más que un juguete. Ellos regalan coraje.