Cada vez más personas son diagnosticadas con diabetes, una enfermedad crónica que, aunque no tiene cura, puede controlarse eficazmente con un diagnóstico temprano y un tratamiento adecuado. La experiencia de César Gimeno, diagnosticado a los 18 años con diabetes tipo 1, ilustra con claridad cómo identificar los primeros síntomas y afrontar el impacto de este diagnóstico.

A principios de los años 90, César notó señales que no debía ignorar: una sed insaciable, hambre constante, frecuentes visitas al baño y una alarmante pérdida de peso. Una simple prueba en el consultorio de su médico de cabecera, con un pinchazo en el dedo y una gota de sangre sobre una tira reactiva, confirmó lo que el profesional ya sospechaba: César tenía diabetes. Su nivel de glucosa era 342 mg/dl, muy por encima del valor normal.

Desde entonces, mucho ha cambiado en el diagnóstico y tratamiento de la enfermedad, pero los síntomas siguen siendo la primera alarma.

Las tres “P”: las señales clave de la diabetes

Uno de los primeros indicios que pueden alertar sobre la presencia de esta enfermedad son las llamadas “tres P”, síntomas clásicos y fácilmente identificables:

Polidipsia: sed continua y excesiva, incluso cuando se ha ingerido suficiente líquido.

Polifagia: sensación de hambre desmedida, incluso después de haber comido.

Poliuria: necesidad frecuente de orinar, especialmente por las noches.

A estos síntomas suele sumarse una pérdida de peso repentina, fatiga constante y visión borrosa. En ese contexto, la diabetes es una posibilidad concreta que debe ser evaluada por un profesional.

¿Cómo saber si tenés diabetes?

La forma más sencilla de detectar la enfermedad es mediante un análisis de sangre que mida el nivel de glucosa. También existen dispositivos portátiles, como los glucómetros, que permiten una primera medición inmediata. Un valor superior a 126 mg/dl en ayunas o mayor a 200 mg/dl en cualquier momento del día puede ser indicativo de diabetes y requiere evaluación médica.

Tipos de diabetes

Diabetes tipo 1: también conocida como "diabetes juvenil", suele aparecer en edades tempranas y está relacionada con un fallo autoinmune en el páncreas, que deja de producir insulina. Quienes la padecen deben administrarse insulina diariamente para sobrevivir.

Diabetes tipo 2: se presenta mayormente en adultos y está asociada a factores como el sobrepeso, el sedentarismo y una dieta poco saludable. En muchos casos, puede controlarse con cambios en el estilo de vida y medicación oral.

Diabetes gestacional: aparece durante el embarazo y suele desaparecer tras el parto, aunque requiere control estricto por los riesgos que representa tanto para la madre como para el bebé.

El tratamiento hoy: innovación y tecnología

A diferencia de décadas atrás, los tratamientos actuales ofrecen muchas opciones. Los pacientes insulinodependientes cuentan con plumas inyectoras, bombas de insulina que funcionan como páncreas externos, e incluso insulina inhalada para quienes temen a las agujas. Además, las aplicaciones móviles y sensores continuos de glucosa permiten monitorear los niveles en tiempo real y ajustar las dosis con precisión.

Convivir con la diabetes: un desafío posible

“El médico me dijo que no iba a vivir para la diabetes, pero sí con ella. Y que si hacía las cosas bien, podía llevar una vida normal”, recuerda César. Ese consejo sigue vigente hoy. La clave está en prestar atención a las señales del cuerpo, buscar ayuda profesional y comprometerse con el tratamiento.