Cuenta Carlos Páez de la Torre (h) en “Traer piedra, una carga pública” (06/02/96) que, para zafar del barro en épocas de lluvia; el polvo en tiempos secos y el desnivel de los pozos de las calles, el gobernador Alejandro Heredia decretó en 1832 que los carreros debían traer piedras para nivelar las calles. En otra nota, “Y los pobres no pagarán” (01/06/97) relata que en 1864 los frentistas debían pagar por el empedrado. En “Veredas y calles hacia 1868” (22/03/97) cuenta que los frentistas tenían que renovar las veredas y se cita un verso satírico de “El Nacionalista” de 1870: “Figúrense ustedes/ por San Valentín/ que en el empedrado/ me rompí un botín./ Un botín, señores/ un botín, y suerte/ que al darme el golpazo/ no me di la muerte/ porque el empedrado/ está tan bien hecho/ que uno no puede/ caminar derecho”.
En “Las 4 avenidas” (11/11/90) escribe que en 1888 el intendente José Padilla hizo abrir el centro más allá de las “calles de ronda” (Lavalle, Sáenz Peña-Avellaneda, Santiago, Salta) hasta las cuatro avenidas o bulevares: Roca-Sarmiento-Juárez Celman (luego Mitre-Alem) y Sáenz Peña-Avellaneda.
Recuerdos fotográficos: 1954. Masiva concurrencia de mujeres a votarFinalmente, en “Pavimento de madera” (16/09/99) Páez de la Torre cita que en los años 10 se empezó a preferir pavimento de granito: piedra trabajada con un cubo de unos 10 por 20 centímetros, u otro más pequeño, conocido como “granitullo”. Al fin de los años 20, en la intendencia de Juan Luis Nougués, se empezó a pavimentar con asfalto. La imagen que separó Gustavo Grupalli muestra la calle Alberdi a la altura del hospital Padilla, hacia 1900.