Pablo Leguizamón tiene 39 años y sigue corriendo detrás de una pelota. Pero ya no por un contrato, ni por los puntos, ni por la gloria, sino por lo más simple y esencial: el amor al fútbol. Lo hace como amateur, cada sábado, en Cardales y en Las Cañas, con amigos que comparten la misma pasión. Sin embargo, quienes conocen a “Legui” saben que su presencia en la cancha no pasa inadvertida. Es un jugador elegante, siempre con la cabeza levantada. A pesar de su altura, es más técnico que físico. De esos jugadores que hacen e invitan a otros a hacer goles. “Tuve la suerte de convertir varios importantes en diferentes finales”, recuerda con una sonrisa nostálgica.

Leguizamón nació futbolísticamente en All Boys. Allí comenzó a dar sus primeros pasos y ya en Reserva logró levantar un título. “Tuve la suerte de salir campeón en esa categoría jugando con muchos amigos, bajo la coordinación de Daniel Petrella y la dirección técnica de Ariel Alvero”, rememora. Su debut en Primera fue inolvidable: “Fue contra Argentinos del Norte, de visitante. Ganamos 3 a 0 y metí tres goles. ¡Un debut soñado! Todo gracias a la confianza de Hugo Corbalán”, resalta.

El ascenso con All Boys al Torneo del Interior fue uno de los primeros logros de su carrera, pero no sería el único. En 2010 recibió una propuesta inesperada: jugar en la Primera División del fútbol boliviano. “Me contactó Claudio Marrupe para sumarme al Deportivo Guabirá, de Montero. Era una gran oportunidad, pero justo había nacido Benjamín, mi hijo mayor. El contrato era solo por un año y no me cerraba arriesgarme a quedarme sin trabajo con un bebé recién nacido, así que decidí quedarme en la provincia y priorizar a mi familia”, le contó a LA GACETA.

EN FAMILIA. Pablo junto a su compañera de vida Cecilia Sgroi y sus hijos Benjamín y Paula. Foto: Osvaldo Ripoll - LA GACETA

Esa decisión marcó el retorno a las raíces. Volvió a Sportivo Guzmán y comenzó una etapa de consolidación en el fútbol tucumano. De la mano de Martín Anastacio y Salvador Mónaco, lograron el torneo anual liguista y la clasificación al Argentino C. Su nombre volvió a sonar fuerte cuando llegó a Amalia. “Walter Meija me hizo una propuesta y me sumé. Clasificamos al Argentino C y lo ganamos. Otra vez, convertí en una final”, dice.

Más tarde, regresaría a Sportivo Guzmán, donde repitió el logro: campeón del Argentino C y otra vez goleador en la final. “Tuve la suerte de estar en los momentos claves”, afirma. “Siempre me preparé para aparecer en las difíciles”. En esos años nació Paula, su segunda hija, y el equilibrio entre familia y fútbol empezó a pesar más.

El final de su carrera no fue como lo había imaginado. En 2015, Sportivo Guzmán tuvo una campaña inolvidable en el Federal B, pero un hecho externo truncó su sueño. “Jugábamos la semifinal de vuelta como locales contra Güemes de Santiago del Estero. Estábamos convencidos de que lo ganábamos, pero un petardo cayó cerca del arquero rival y nos descalificaron. Fue una tremenda injusticia. El objetivo era llegar al Federal A, y nos quedamos con esa impotencia. Al menos clasificamos a la Copa Argentina, pero no fue lo mismo. Nos dolió mucho”. La base de ese equipo venía del Federal C.

Hoy “Legui” se alejó del fútbol profesional, pero no del deporte. Juega en torneos amateur. También acompaña de cerca a su hijo que juega futsal en el Club Social y Deportivo Gymnas. “Salieron campeones de su categoría, lo sigo con mucho entusiasmo”, cuenta. Paula, su hija, eligió otros caminos: natación y baile urbano. “Es muy lindo poder estar con ellos ahora. Cuando eran pequeños, por el trabajo y el fútbol, me perdí de muchos momentos. Hoy intento compensarlo”, reflexionó el tucumano.

La pasión de “Legui” no se limita al presente. “Siempre miro los resúmenes, veo a muchos chicos que empezaban cuando yo ya me iba. También sigo a los que juegan en otras provincias. Donde haya fútbol, hay un tucumano representándonos”, resaltó durante la charla.

Uno de los goles que más recuerda es aquel que hizo con Amalia en la final ante Instituto y Deportivo Santiago. “Pasaron 12 años y todavía la gente lo comparte por redes. Ese fue el mejor gol de mi carrera”, explica sobre aquel partido de vuelta en Tucumán que terminó en victoria “Villera” por la mínima para forzar los penales, que luego se tradujeron en un ascenso histórico al Federal B.

Actualmente trabaja en un centro de rehabilitación, en el área administrativa. Además, cursa el último año de la carrera de Administración de Empresas. “Estoy en otra etapa, pero no descarto volver a trabajar con chicos en las canchitas”, asegura.

Agradecido, Pablo Leguizamón hoy vive con los pies en la tierra y el corazón en la cancha. No le hace falta una tribuna para sentirse jugador. “El fútbol me enseñó mucho, y hoy me permite seguir disfrutando desde otro lugar”, finalizó.