El sol empezó a calentar tímidamente pasadas las 10, pero a las 7.30 del sábado el frío y las nubes presagiaban una jornada gris, cuando los primeros movimientos -de lo que terminó siendo una jornada inolvidable en las canchas del Jockey Club- de los organizadores daban el puntapié inicial del torneo interprovincial de hockey.
La organización ya desplegaba su logística entre banderas, gazebos y más de quince stands de comidas que poco a poco fueron cobrando vida para dar respuesta a las casi 3.000 personas que coparon el predio. Entre termos de mate, conservadoras y camisetas de todos los colores, se respiraba la energía de un festival deportivo que reunió a más de 1.600 niñas y niños de Tucumán, Salta, Santiago del Estero, Catamarca y Chaco, todos con la ilusión intacta de vivir un día a puro hockey.
A las 9.30, cuando el pitazo inicial se escuchó con fuerza, la postal fue la de un enjambre multicolor de camisetas distribuidas en cada una de las canchas. Pelotas que iban de un lado a otro, gritos de aliento desde las tribunas improvisadas y ese murmullo colectivo que sólo generan los encuentros multitudinarios. Desde temprano quedó claro que la jornada no iba a ser una más: sería una verdadera maratón de partidos que no se detendría hasta pasadas las 17, con un paréntesis al mediodía para el almuerzo y sorteos que hicieron sonreír tanto a chicos como a grandes.
En ese marco, la visita de clubes de distintos rincones del país sumó el condimento de la diversidad. El caso de Curne Hockey Infantil de Chaco fue uno de los más destacados, porque su delegación debió atravesar un viaje de 12 horas para llegar a Yerba Buena. Pamela Sarco, una de las responsables, contaba entre risas la travesía: “Vinimos 24 jugadoras de novena y décima, acompañadas por 11 mamás, cuatro profes y tres asistentes. Fue largo el viaje, pero la experiencia lo vale. Nos sorprende la cantidad de clubes, es impresionante ver tanta gente junta. La última vez que habíamos venido fue hace unos seis años, antes de la pandemia, así que para nosotras es un regreso muy especial”, dijo Sarco mientras servía hamburguesas a las más pequeñas y agregó: “más allá de los resultados, lo que fomentamos es el trabajo en equipo, la solidaridad y entender que divertirse también es parte del juego. Estos viajes son una escuela de valores adentro y fuera de la cancha”, aseveró.
En la vereda opuesta, viviendo su primera experiencia, se encontraba el Club Almirante Brown de Lules. Estefanía Ibarra, referente del grupo, también compartió su entusiasmo: “Somos un club de fútbol que está creciendo en el hockey y decidimos participar porque queremos que los niños conozcan más deportes. Hoy vinimos con 17 chicos y muchos papás. Es la primera vez que salen de su lugar y la idea es que vivan el roce con otros clubes, que aprendan, que compartan y se animen a soñar con algo más grande. Nuestro desafío ahora es poder contar con una cancha propia en San Isidro de Lules, y este tipo de encuentros nos motiva mucho más”, explicó la luleña que aprovechó el momento para dar a conocer una necesidad del club: “invitamos a todos los que se quieran sumar, entrenamos los martes y jueves de 19.30 a 20.30 en el club, la idea es agrandar la cantidad de jugadoras para comenzar a competir”, añadió.
La mirada de la organización corrió por cuenta de Pablo Manson, presidente de la Comisión de Hockey del Jockey Club, quien no ocultó su satisfacción: “Esperábamos unas 1.500 chicas jugando y la verdad que la convocatoria superó todo. Vinieron en total 27 clubes de provincias vecinas, además de equipos del interior tucumano. Estos encuentros son esenciales para fomentar el deporte, el intercambio y el juego en equipo. Es muy importante darles a los chicos más tiempo al aire libre, alejados de las pantallas, compartiendo con otros y construyendo valores”. Manson resaltó además la colaboración recibida: “Hubo premios donados por la Asociación Tucumana de Hockey, por la Confederación Argentina -con camisetas de Las Leonas incluidas- y por distintas entidades que se sumaron. La idea no es competir, sino generar experiencias que los chicos se lleven guardadas para siempre”, remarcó.
El aporte salteño a Yerba Buena llegó de la mano de Grand Bourg, que desembarcó con casi 30 jugadores entre varones y mujeres. Luciano Flamini, con apenas unos años en el deporte, resumió la experiencia con una sonrisa contagiosa: “Está re divertido. Perdimos algunos partidos, pero hicimos muchos amigos nuevos. Eso es lo mejor”, dijo el niño de 11 años.
Su entrenadora, Antonella Cabal, por su parte, valoró el esfuerzo colectivo: “Vinimos cinco profes con los chicos, que lo disfrutan muchísimo porque les encanta salir de su provincia, conocer lugares nuevos y medirse con equipos distintos. Es una experiencia que no se olvida”. Y como si la jornada necesitara más frescura, apareció Yamila, jugadora de octava división con apenas 11 años: “Ganamos dos y perdimos dos, pero lo importante es que jugué de defensa y pude evitar algunos goles”, dijo con la inocencia propia de su edad.
Con ese mosaico de emociones, la jornada se fue apagando lentamente hacia el atardecer. El sol, que acompañó casi de principio a fin, pareció también celebrar la pasión de tantos chicos que llenaron de vida las canchas del Jockey Club. Entre abrazos, fotos grupales y promesas de volver, cada delegación emprendió el regreso con la certeza de haber vivido un día especial. Algunos -como los chaqueños- volvieron anoche, otros recién lo harán hoy, pero todos con la mochila cargada de experiencias y amistades que van mucho más allá de un resultado deportivo.
Porque al final, lo que quedó claro es que el hockey infantil no sólo se juega con palos y bochas. También se juega con risas, con solidaridad, con viajes interminables que se convierten en anécdotas y con sueños que empiezan a tomar forma. Y en Yerba Buena, por unas horas, esos sueños se hicieron realidad para más de 1.600 pequeños deportistas que encontraron en el Jockey Club mucho más que un torneo: encontraron una fiesta del deporte.