La famosa “crisis de los 40” ya no es la gran protagonista del malestar vital. Un nuevo estudio internacional muestra que, para la Generación Z y los más jóvenes, la curva de la infelicidad empieza mucho antes: alrededor de los 20 años. Ansiedad, depresión, presión social y pantallas infinitas están pulverizando el viejo mito de que la juventud era la etapa más feliz de la vida.

Publicado en la revista científica Plos One, el trabajo analizó millones de encuestas en más de 40 países y halló un cambio de paradigma. Parece que el malestar se dispara en la adolescencia y la primera adultez, y, a diferencia de lo que ocurría antes, tiende a disminuir con los años.

Datos preocupantes, especialmente para las mujeres

“Nos sorprendió ver que los datos eran tan globales”, señaló David G. Blanchflower, economista de la Universidad de Londres y autor principal del estudio. La investigación apunta al uso masivo de celulares como uno de los factores más influyentes: no tanto por los dispositivos en sí, sino porque “roban” tiempo a actividades protectoras para la salud mental, como el juego, las charlas cara a cara o pasar tiempo al aire libre.

Los datos también muestran una brecha de género preocupante. Las mujeres jóvenes reportan niveles de malestar significativamente más altos que los varones. En algunos países, las cifras duplican la prevalencia de ansiedad y depresión entre las chicas respecto de los chicos.

A todo esto se suman factores que atraviesan a esta generación: crisis habitacional, expectativas altas que chocan con realidades laborales precarias y una pandemia que intensificó el aislamiento digital.

EL GRÁFICO DEL MALESTAR GENERACIONAL. En azul, la antigua curva de la infelicidad, con una joroba en la mediana edad. En rojo discontinuo, la nueva gráfica, una línea descendente. / PLOS.ORG

La crisis de los 20 y la curva de la infelicidad

La llamada “crisis de los 20” no sólo cambia el mapa del bienestar, sino que también obliga a repensar cómo se acompañan los procesos de salud mental juvenil. Blanchflower propone algo tan simple como desafiante: menos pantallas, más calle. “Animar a los niños a que se comporten como niños”, resume.

La curva de la infelicidad se está reescribiendo en tiempo real. Y lo que está en juego no es un concepto académico: son los años más intensos y decisivos de la vida de millones de jóvenes en todo el mundo.