Al parecer las autoridades, tanto provinciales como citadinas, se han embebido de la filosofía romana de “pan y circo” en función de las elecciones, distrayendo a la población con entretenimientos y comodidades superficiales y desatendiendo situaciones económicas y sociales de mayor importancia, sobre todo en esta época en donde se ha dado prevalencia al sistema denominado “testimonial”, que linda con una clarísima estafa social. Esta, según el diccionario, es apoderarse del bien ajeno por medio del engaño y artificio, o sea un acto de corrupción. La vida ha demostrado que no es el empleo público el que corrompe sino que es la aptitud para hacerse cargo de la función. El orador romano Marco Tulio Cicerón sentenció sin rodeos que servirse de un cargo público para el enriquecimiento personal resulta no ya inmoral, sino criminal y abominable, convirtiéndose en un verdadero analfabeto político, como lo aseguraba el pensador alemán Bertolt Brecht, pues no oye, no discute y no participa de los problemas sociales y desconoce fríamente las dificultades que afrontan los pobladores. Abordan, por ejemplo, el tema de los jubilados abogando por su mejoramiento pero ellos se aprueban sueldos mil por ciento mayores, anotando que con ese haber sería imposible sobrevivir; entonces, ¿en qué condición quedan aquellos que tan solo ganan una milésima parte? La corruptela o mala costumbre se da en el ámbito educacional, generando desorientación. Los candidatos anotan públicamente que esta provincia es peronista; empero, no existe ningún local donde se lea “partido peronista”; lo que sí hay la ubicación del PJ que es una parte de la agrupación fundada por Juan Domingo Perón, salvo que los dirigentes consideren tales denominaciones como sinónimas. Tal es el caso, también, de los anglicismos. Complementando la explicación del primer parágrafo, el gobierno concede el “voucher” educativo, más que para inducir al estudio es acopio de votantes, pero el asunto es que la regla de nuestro idioma señala que los extranjerismos deben presentarse entre comillas y el sector no cumple con la regla. Ese aporte estatal es una ayuda económica para familias con hijos que estudian en instituciones particulares, es un subsidio. Lo mismo ocurre con los propaladores del socialismo, una filosofía con un discurso hermoso hasta que toca vivirlo. Habla de igualdad, de justicia de un mundo donde nadie quede atrás. Suena inspirador, hasta humano y perfecto. Mas la teoría se derrumba cuando tropieza con la práctica. Es el que promete abundancia pero distribuye escasez. Sus divulgadores no renuncian a sus sueldos, al menos, para congraciarse con sus seguidores, que están hambrientos.

Fernando Sotomayor                                                       

J. B. Alberd1 139 - S. M. de Tucumán