La tolerancia inmune periférica es clave para prevenir enfermedades como diabetes tipo 1, esclerosis múltiple, lupus eritematoso sistémico y artritis reumatoide. ¿De qué se trata esta inteligencia oculta que tiene nuestro orgaismo? Es un mecanismo que actúa como una suerte de “filtro de seguridad” y que opera fuera de los órganos donde se forman las células inmunes - como el timo o la médula ósea-, asegurando que no reaccionen de forma dañina contra el propio cuerpo. Los descubrimientos sobre este fenómeno de control periférico han inspirado el Premio Nobel de Medicina 2025, el cual fue entregado a los científicos estadounidenses Mary E. Bunkow y Fred Ramsdell, junto al japonés Shimon Sakaguchi.

El Instituto Karolinska de Estocolmo (Suecia) explicó que los galardonados identificaron a los “guardias de seguridad del sistema inmunológico”, las células T reguladoras, que evitan que el sistema inmune ataque nuestro propio cuerpo.

Tras años de investigación, en 1995, el inmunólogo japonés Sakaguchi consiguió aislar por primera vez las células T reguladoras, un tipo de linfocito esencial que modula la actividad del resto del sistema inmunitario, y protege al organismo de enfermedades autoinmunes.

Hasta ese momento, la mayoría de investigadores estaban convencidos de que la tolerancia inmunitaria solo se desarrollaba porque las células inmunitarias potencialmente dañinas eran eliminadas en el timo, mediante un proceso llamado tolerancia central.

El científico japonés de 74 años demostró que el sistema inmunitario es más complejo. El investigador fue el primero en demostrar que además de los tipos de linfocitos ya conocidos (asesinos, colaboradores, fabricadores de anticuerpos, etcétera) existe este nuevo tipo de células moduladoras que son esenciales para el buen funcionamiento del conjunto.

Los estadounidenses Mary Brunkow, de 61 años, y Fred Ramsdell, de 60, han sido premiados por sus investigaciones sobre enfermedades autoinmunes, en concreto sobre el gen Foxp3.  El jurado ha destacado que el trabajo de estos tres científicos ha abierto un nuevo campo y acerca futuros tratamientos contra el cáncer y las dolencias autoinmunes.

No es un ejército de defensa

El médico inmunólogo Alfredo Miroli explicó a fondo de qué se trata el descubrimiento premiado. El investigador comenzó señalando que el sistema inmunológico suele pensarse como un ejército de defensa. Sin embargo, él propone una mirada distinta y mucho más precisa: “El sistema inmune no es un ejército que lucha contra infecciones; es un lector genético”.

Esa concepción, según Miroli, es clave para entender por qué el Premio Nobel de Medicina 2025 fue otorgado por el estudio de la tolerancia inmune periférica.

Los ganadores del Premio Nobel de Medicina. AFP

“Tenemos la idea equivocada de que el sistema inmune existe solo para defendernos de bacterias o virus”, sostiene Miroli. “Esa creencia nació hace más de 2.000  años, durante la guerra del Peloponeso, cuando Tucídides observó que quienes habían sobrevivido a una plaga podían cuidar a los enfermos sin contagiarse de nuevo. Desde entonces se pensó que el sistema inmune era un sistema de defensa. Pero no es eso: es un lector genético que recorre todo el cuerpo.”

Miroli recurre a una metáfora para explicarlo. “Las células del sistema inmune se paran frente a cada célula o proteína y le piden: ‘mostrame tus genes’. Si la información genética coincide, la toleran. Si no, la eliminan”, describe.

Esa discriminación entre lo propio y lo ajeno es vital. Permite al cuerpo reconocer células extrañas -como bacterias, virus, hongos o incluso células propias que mutaron hacia un cáncer- y eliminarlas. Pero también exige un equilibrio perfecto: cuando ese mecanismo falla, el sistema inmune puede volverse contra sí mismo y desencadenar enfermedades autoinmunes, como la artritis reumatoide, el lupus o la esclerodermia. “Cuando el sistema inmune deja de tolerar lo propio, aparecen enfermedades donde el cuerpo se ataca a sí mismo”, dice Miroli. 

“Durante décadas, la ciencia conoció un primer nivel de control inmunológico: la tolerancia central, que ocurre en el timo, el órgano donde maduran los linfocitos T. Cuando somos fetos, las células que podrían atacarnos se enfrentan a nuestros propios genes dentro del timo. Las que reaccionan contra lo propio mueren ahí mismo”, explica el médico. “Por eso, cuando mirás el timo de un feto de seis o siete meses, está lleno de linfocitos muriendo: son los que se habrían vuelto contra nosotros”, remarca.

Pero esa explicación no alcanzaba. Aun con ese filtro central, algunos linfocitos autoreactivos -capaces de atacar lo propio- lograban escapar del timo. Y, sin embargo, la mayoría de las personas no desarrollaba enfermedades autoinmunes. Había, entonces, algo más: una tolerancia periférica, una segunda línea de control fuera del timo, señala Miroli. Ahí entra el descubrimiento premiado con el Nobel. Estas células actúan como una “guardia” que evita que los linfocitos autoreactivos dañen el propio cuerpo.

“Los T reguladores hacen un doble trabajo: algunos mandan información al timo para corregir errores en el centro de control, y otros regulan en la periferia, impidiendo que un linfocito que quiere atacar algo mío lo haga”, detalla Miroli.

El paso siguiente fue descubrir cómo funcionan genéticamente esos linfocitos: su actividad está regulada por un gen llamado Foxp3, una especie de interruptor maestro que indica al sistema inmune cuándo debe tolerar y cuándo debe reaccionar.

“Los genes Fox son genes de transcripción, es decir, dan órdenes a otros genes. Dentro de ellos, el Foxp3 es el que controla el comportamiento de los linfocitos T reguladores”, explica Miroli. “Y hay variantes de ese gen: una de ellas es la que se asocia con longevidades extremas, y otra es la que regula la tolerancia periférica”, apunta.

El impacto del descubrimiento fue enorme. “Gracias a ellos, entendemos mucho mejor las enfermedades autoinmunes y podemos pensar en tratamientos que estimulen los linfocitos T reguladores, en lugar de usar solo corticoides o inmunosupresores, que generan tantos efectos secundarios”, afirma Miroli.

Esa nueva generación de terapias promete ser más específica y menos dañina, porque actúa sobre los mecanismos que regulan el sistema inmune, sin apagarlo por completo. “Esto abre la puerta a abordajes más inteligentes para enfermedades como el lupus, la artritis reumatoidea o la esclerodermia”, asegura el especialista.

En definitiva, lo que estos hallazgos confirman -concluye Miroli- es que el sistema inmune no es un ejército ciego, sino un sofisticado lector que examina, compara y decide. “El sistema inmune no lucha: interpreta. Y cuando aprende a distinguir lo propio de lo ajeno, está ejerciendo la mayor forma de inteligencia biológica que existe”.