Hugo Colace vive un gran momento como entrenador de la Reserva de Atlético Tucumán. Desde su llegada al club, el exmediocampista argentino consiguió ordenar el equipo, consolidar una idea de juego y potenciar a varios juveniles que hoy ya se entrenan con la Primera. Con experiencia internacional y una carrera que lo llevó por distintos países, Colace combina formación, disciplina y cercanía con los jugadores. En diálogo con LA GACETA, repasa su trayectoria, explica cómo se dio su desembarco en Tucumán, analiza el crecimiento del proyecto formativo del “Decano” y reconoce, sin rodeos, que uno de sus sueños es poder dirigir algún día al plantel profesional.
-¿Cómo estás viviendo este presente al frente de la Reserva de Atlético?
- Con mucha calma, satisfacción y orgullo. Estoy muy contento con el trabajo que venimos haciendo, porque los chicos están progresando día a día. Ya hubo un debut en Primera, y todo eso es muy satisfactorio.
- ¿Por qué decidiste venir a Tucumán?
- Después de mi paso por Gales, cuando terminé mi carrera como jugador y comencé como entrenador, me fui a México. Estuve un año y medio en Santos Laguna y otro año y medio en Necaxa. Cuando volví de vacaciones, me junté a tomar un café con un amigo y con Miguel Abbondándolo, justo el día que (Diego) Barrado renunció a la Reserva. Nos conocimos, hablamos y conectamos enseguida. Miguel me dijo que quería que fuera el técnico. Me informé rápido sobre la categoría y acepté.
- En el primer semestre clasificaste por primera vez a los playoffs de Reserva. Hoy están entre los líderes. ¿Qué cambió?
- En realidad, no cambió nada: continuamos el proceso. Desde que llegué intentamos instalar una idea de juego, una disciplina, una manera de trabajar. Al principio fue una adaptación mutua, mía con los chicos y de ellos conmigo. Con el tiempo, todo eso se consolidó. Clasificar fue algo histórico para el club, pero no me conformé: quería más. Este presente es fruto de ese trabajo.
- ¿Cómo fue la aparición de Carlos Abeldaño, que ya llegó a Primera?
- Desde que llegué sigo las categorías inferiores todos los sábados. Él estaba en Cuarta y lo observamos mucho. Es zurdo, hace goles y tiene personalidad. A fines del primer torneo lo subimos a entrenar con nosotros. Al principio era suplente, pero le pedimos que perdiera la timidez, porque tenía un gran potencial. Hizo una gran pretemporada, empezó a hacer goles en los amistosos, y después en el torneo metió seis en ocho partidos. Así se ganó su llamado a Primera.
- También se destacaron otros juveniles, como Ezequiel Godoy y Agustín Gálvez.
- Sí, y no me sorprende. Es fruto del trabajo en conjunto con los scouts del club. Cuando trajeron a “Pipa” Godoy, a (Luciano) Vallejo, lo hicieron pensando en este salto de calidad. Hoy “Pipa” ya se entrena con la Primera y suele estar en el banco. Ese crecimiento contagia al resto. Cuando bajan jugadores como Godoy o (Lucas) “Pocho” Román, le dan jerarquía y confianza al grupo.
- ¿Qué soñás con Atlético?
- Estamos tranquilos con el cuerpo técnico. El trabajo es lo más importante. El fruto de eso se ve en la tabla, pero también en cómo sienten los chicos las derrotas. Antes tal vez se veía normal empatar o perder; hoy no. Después del empate con Talleres o el partido perdido con Central Córdoba, los chicos estaban angustiados. Eso muestra ambición.
- ¿Te imaginás saliendo campeón con la Reserva?
- Sí, claro, el sueño está. Es un torneo largo y exigente, pero queremos llegar lo más alto posible. Ya dimos un paso más respecto al certamen pasado. Nuestro objetivo es clasificar y poder definir en casa, porque la gente nos acompaña mucho. Lo de las 7.000 personas en el Monumental para ver a la Reserva fue histórico.
- A lo largo de tu carrera jugaste en muchos países. ¿Te considerás un trotamundos?
- Totalmente. He pasado por Portugal, Italia, Gibraltar, Paraguay, México, Inglaterra… Para mí es normal estar lejos de Buenos Aires, lejos de mi familia. Me adapté en cada lugar porque las ganas de triunfar eran más fuertes. Esa experiencia me formó y me sirve mucho hoy como entrenador.
- En 2003 casi te perdés el Sudamericano Sub-20 por un problema de salud. ¿Qué pasó?
- Sí, me contagié varicela por un sobrino, 15 días antes del torneo. Estuve a punto de quedar afuera, pero pude recuperarme justo a tiempo. Llegué una semana antes, y por suerte el técnico, Hugo Tocalli, ya me conocía. Si me lo perdía, me moría. Al final salimos campeones, así que fue inolvidable.
- Saliste campeón y encima fuiste capitán. ¿Qué significó eso?
- El liderazgo siempre fue parte de mí. Tocalli me dio esa responsabilidad y confianza. Compartí capitanía con Javier Mascherano, con (Carlos) Tévez, con (Fernando) Cavenaghi… Fue un grupo increíble. En la final levantamos la copa los dos: yo como capitán y él como subcapitán.
- ¿Quién tenía más voz de mando, vos o Mascherano?
- Los dos. Él y yo jugábamos en el medio y teníamos que liderar desde ahí. Igual ‘Carlitos’ también era un referente fuerte. Éramos un equipo con muchas personalidades.
- ¿Seguís en contacto con ellos?
- Sí, con Javier y ‘Carlitos’ hablamos de vez en cuando. También con Cavenaghi, ‘Maxi’ López, (Leonardo) Pisculichi, (Pablo) Zabaleta. Algunas veces mensajes, otras veces charlas. Con “Piscu”, en particular, somos muy amigos porque salimos de Argentinos Juniors.
- ¿Cómo se vive un Mundial Sub-20 desde adentro?
- Con mucha intensidad. Son concentraciones largas, todos juntos en un hotel, como un Mundial de mayores. Trabajábamos mucho lo mental con el ‘profe’ (Gerardo) Salorio. Tocalli tenía una gran experiencia en juveniles. Todo eso lo asimilábamos de chicos, pero recién ahora, desde mi rol de entrenador, valoro cuánto nos enseñaron sobre gestión de grupo.
-¿Tenés alguna anécdota de aquellos años?
-Sí, una con el ‘profe’ Salorio. A los 15 años fuimos a jugar un triangular a Wembley contra Francia e Inglaterra. Los ingleses llegaron al estadio con traje y corbata, y nosotros, que éramos chicos, nos reíamos. El profe se dio vuelta y me dijo: “Cuando juegues en Europa, te vas a tener que vestir así”. Años después, en Inglaterra, me tocó hacerlo y lo llamé para contárselo. Nos reímos mucho.
- ¿Por qué se vive el fútbol con tanta formalidad en Inglaterra?
-Porque te tratan como una estrella. Porque te tratan como una estrella: todo está ordenado —las calles, la gente, la educación—. Incluso perdiendo, el hincha te espera para sacarse una foto o pedirte un autógrafo. No existe el insulto o la agresión. Es una cultura que te exige comportarte a la altura. Por eso el fútbol inglés es el mejor del mundo.
- ¿Es muy diferente al fútbol argentino?
- Sí, completamente. En Inglaterra el respeto y el orden son totales. En otros países el fútbol se vive más desde la pasión, a veces desbordada. En Argentina, eso tiene su encanto, pero también su dificultad. En Inglaterra te sentís cómodo, valorado. Es un lugar ideal para aprender.
- Nunca jugaste en Tucumán. ¿Te sorprendió cómo se vive el fútbol acá?
- Sí, pero ya conocía bastante al club. Desde que estaba en Santos Laguna seguía a Atlético: preguntábamos por jugadores como (Mateo) Coronel, (Mateo) Bajamich, (Joaquín) Pereyra. Por eso cuando llegué ya tenía una idea. Me sorprende la pasión de la gente, el afecto. No es fácil jugar ni dirigir en Atlético. Pero también es hermoso, porque sentís el apoyo todo el tiempo.
- El público acompañó mucho a la Reserva, incluso en el Monumental.
- Sí, fue increíble. Lo que se vivió contra River, con siete mil personas, fue algo histórico. En otras épocas la gente iba a ver a la Primera y recién empezaba a mirar la Reserva. Ahora vienen por los chicos, por el equipo. Eso habla del sentido de pertenencia que se está generando.
- ¿Cuál es tu sueño dentro del fútbol?
- Tengo varios. Me preparé mucho: tengo la licencia Pro de AFA y la licencia UEFA de Inglaterra. Mi gran sueño es dirigir en la Premier League. Ojalá me toque llegar directo, pero si es en la Championship también sería un orgullo. Y sí, claro que me gustaría dirigir a Atlético Tucumán. Sería hermoso. Siempre lo digo: no hay entrenador que no sueñe con eso. Pero mientras tanto disfruto este proceso, porque es un camino de crecimiento constante. Lo que venga, será fruto del trabajo y de la voluntad de Dios.