Allá por 2018, el Ministerio de Educación y Unicef se unieron para articular un proyecto tan ambicioso como necesario: transformar la escuela secundaria en Tucumán. Pasaron siete años, una pandemia y muchos otros avatares, pero PLaNEA (“Nueva Escuela para Adolescentes”) sigue firme, al punto de que eran 16 las instituciones que lo acogieron en el arranque y hoy suman 101, repartidas por todo el territorio provincial. De allí la expectativa generada por el congreso que está celebrándose, nada menos que con 1.300 docentes inscriptos, todos deseosos de conocer en profundidad las metodologías y los alcances que PLaNEA propone.
Tres de las especialistas invitadas al Congreso -Cora Steinberg (Unicef), Sandra Ziegler (Flacso-Unicef) y Graciela Cappelletti (Doctora en Educación)- montaron una mesa de debate en la Redacción de LA GACETA. Hablaron de PLaNEA, por supuesto, y también de otros temas vinculados con el día a día de las aulas, esa realidad tan compleja que tiene a la escuela secundaria como protagonista.
- Steinberg: “desde 2018 venimos sostenidamente a Tucumán a trabajar con los equipos de la Dirección de Nivel Secundario, con los supervisores, con los profesores, y vemos un montón de instituciones que ya se han apropiado de estas nuevas formas de hacer la escuela secundaria. Por eso el balance es positivo. El aprendizaje basado en proyectos tiene más de 100 años, no es una innovación. Lo innovador es ponerlo masivamente en las aulas para que organice la tarea de la escuela. Siete años después vemos esos cambios, son resultados concretos; un cambio del clima en la escuela, un cambio en la percepción de los chicos, en sus intereses. Vemos que los chicos quieren estar en la escuela”.
- Ziegler: “en el desarrollo de PLaNEA hay algo interesante para rescatar y es el modo de hacer política educativa. No es un modelo que pensó una reforma de arriba hacia abajo, ¿no?, sino que fue mejorándose y trabajando a medida que sucedió. Hubo ideas que de pronto funcionaban muy bien y se les dio continuidad, otras tuvieron que desecharse, también se adoptaron iniciativas que surgieron de las escuelas y que inicialmente no estaban previstas. Ahí hay un modelo para pensar cómo llevar adelante la transformación de la educación secundaria que no es corriente. Yo diría que Tucumán es una de las pocas jurisdicciones del país donde se está trabajando en la transformación de la secundaria de esta forma”.
“PLaNEA” llega a Tucumán: buenas prácticas para la transformación de la escuela secundaria- Steinberg: “no es de arriba hacia abajo, como dice Sandra, y tampoco es de abajo hacia arriba. La escuela secundaria tiene muchísimos años de tradición y de cultura profesional. La respuesta fue la conformación de redes de comunidades de aprendizaje que permiten que profesores de San Miguel de Tucumán, de Simoca o de cualquier punto de la provincia aporten a una conversación respecto de cómo esto llega al aula con su propio contexto, con las características de sus estudiantes, de las familias, de la comunidad en donde se aloja”.
- Ziegler: “se trabaja con redes que involucran a todos los actores consustanciados con el proceso de transformación. Por una parte con una red de conducción, donde están directores, supervisores, vicedirectores, asesores pedagógicos y equipos técnicos; y por otro lado con una red de profesores y de responsables de las diferentes áreas curriculares y de los proyectos. Todos esos actores están informados acerca de para dónde va la transformación e involucra a los directores en la gestión pedagógica de su institución, que es algo que no siempre es tan frecuente. De este modo se rompe el aislamiento de cada escuela, de cada profesor, de cada director; se sienten parte de un proceso más amplio que involucra a todos”.
- Cappelletti: “lo que se puede ver es un ecosistema de trabajo. Por un lado, con la propuesta de Unicef respecto del modelo de cambio; junto con el desarrollo y el sostén de materiales y de formación que desde Flacso se lleva adelante. Tucumán tiene una impronta de poder vincularse con esta iniciativa en particular y eso genera que 1.300 docentes estén sentados en un teatro para hablar y escuchar cuestiones que tienen que ver con el día a día en las aulas. Y por otro lado, esto de que no es de abajo hacia arriba ni de arriba hacia abajo habla de la posibilidad de una alta estructuración de lo que se puede llevar adelante en la escuela. Unicef pone mucho la idea del estudiante protagonista, de los estudiantes en el centro, y digo: ‘ah, bueno, esto se ve en las aulas’”.
Ziegler: “no es sólo la cuestión curricular y el proyecto. Una línea en la que se va avanzando y es muy compleja, pero que empieza a dar algunos pasos, es en los cambios en las formas de evaluación. Por un lado, se trabaja en una evaluación más de proceso, combinada con la evaluación final; y a la vez se desarrolla una iniciativa de armado de consejos de evaluación interdocentes. Esto implica que profesores de diferentes asignaturas miren de manera más global a sus estudiantes y cómo van con sus aprendizajes. Tal vez esto es más simple de decir que de hacer, es muy contracultural para la escuela secundaria y lleva un largo recorrido de construcción. Pero me gusta ponerlo en valor porque no podemos pensar en la transformación de la escuela secundaria sólo en el plano aúlico o en el desarrollo de un proyecto; tiene que ver con otras dimensiones vinculadas a cómo evaluamos, cómo está organizado el trabajo docente, qué posibilidades de trabajo conjunto se fomenta”.
- Steinberg: “me acuerdo de las primeras reuniones donde involucramos al equipo de la provincia y planteamos: ‘si tenemos que hacer una nueva escuela para adolescentes, ¿cómo esperamos que esa escuela pueda acompañarlos? ¿Qué queremos que aprendan? ¿Cuáles son las habilidades que deben adquirir?’ No es sólo cuánto aprendemos, cuánto sabemos, sino cómo somos y cómo podemos convivir con otros. ¿Cómo tiene que ser una escuela en la que los chicos puedan desarrollar su pensamiento crítico? ¿Cómo y qué contenidos debemos brindarles si queremos que sepan tomar decisiones autónomas? Hablamos de chicos que a lo largo de su trayectoria escolar sepan trabajar de manera colaborativa, tengan capacidad de oralidad, de hablar con otros adultos, puedan hacer un pensamiento crítico y reflexivo en muchos ejercicios. Y que al final del camino puedan tomar decisiones informadas, que manejen esos saberes fundamentales para seguir aprendiendo a lo largo de la vida, y que también tengan empatía, ¿no? Se habla mucho de salud mental y de violencia en las escuelas. Hay todo un terreno que es parte de este ‘hacer escuela’ y es cómo nos relacionamos con el otro. Esto implica trabajar en el disenso, conocernos, respetar la diversidad. Son elementos que empezaron a definir qué perfil de egresados queremos tener”.
“Una sentada es una señal muy saludable”
Lo sucedido en la Escuela Normal el miércoles, cuando las estudiantes expresaron por medio de una sentada su malestar por prácticas digitales perversas que las afectan, aportó otro enfoque al debate. “Una sentada en la escuela en relación con este tema es una señal muy saludable, porque en algún punto son adolescentes que están diciendo: ‘esto no puede pasar, esto nos afecta, esto cruza una barrera’ -enfatiza Sandra Ziegler-. Conocemos que se han dado estas situaciones y hay chicas sufriendo en silencio porque se sienten avasalladas, expuestas, lo que deriva en procesos psíquicos muy críticos. Entonces, que empiece a haber una visibilización y un abordaje institucional es una muy buena señal”.
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“Sería deseable que las escuelas tomaran estos temas como un proceso amplio -aporta Graciela Cappelletti-. Venimos de escuelas que manejan una lógica compartimentada de disciplinas. Entonces, ¿quién se hace cargo de la formación en valores? Pero no en valores para pensar en la hora de Filosofía o en la de Formación Ética y Ciudadana. ¿En qué momento se conversa acerca de esto con los estudiantes? Cada uno en el aula puede hacer un esfuerzo por algo vinculado con su asignatura, pero hay una estructura de la escuela secundaria en general que es la que hay que problematizar”.
“Ya no es una cuestión de la IA o de los sesgos o del algoritmo, entonces ¿cómo nos hacemos cargo de eso en la institución? ¿Quién le pone el cascabel al gato? -se pregunta- Porque no es un tema de los profesores, del director o de los tutores, es de todos; y entre todos habrá que generar espacios para debatirlo”.
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“Una de las orientaciones claras que hay en esta agenda digital es asegurar la inversión en investigación -recalca Cora Steinberg-. Necesitamos analizar el impacto que esto tiene en diferentes órdenes de la vida. Cuando pensamos en los niños y en los adolescentes, ¿cuáles son las tecnologías que hay que poner a favor de la resolución de algún tema pedagógico? ¿Y para qué edades? ¿Cómo se produce la selección de contenido que nos invaden con sólo entrar a Instagram o a TikTok? ¿Qué pasa con el algoritmo que ofrece?”
“La IA no tiene un juicio de valor sobre lo que estamos buscando -considera-. Pongamos un ejemplo: si un chico se entera de que alguien se suicidó y buscó por curiosidad el qué o el por qué de un suicidio, puede ser que el propio algoritmo le devuelva contenidos del tema durante semanas. Quizás son chicos y chicas que no tienen esa conversación con un adulto responsable, por eso es una oportunidad que tenemos como adultos de pensar en serio en esta agenda. Según los datos y estimaciones, el 40% del riesgo disminuye cuando hay una mediación adulta positiva. Acá hay un tema generacional, los chicos se están criando en otro tiempo y como adultos tenemos que reaccionar a este tiempo”.
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“Hoy más que nunca se nos antepone la necesidad de hacernos cargo de la alfabetización digital. La tecnología pone en jaque muchas de las cuestiones de la escuela, un camino en el que ya no hay vuelta atrás -sostiene Ziegler-. No podemos dejar a las tecnologías afuera porque forman parte de la vida de todos, pero hay que encontrar un equilibrio, porque algunos saberes estructurales, fundamentales, se adquieren en la escuela y requieren de una construcción que no necesariamente va de la mano de las tecnologías, aunque al mismo tiempo estas potencian muchísimo los aprendizajes”.
“La cuestión no es prohibirlas -subraya-, sino incorporarlas con criterio pedagógico. Hay muchas problemáticas que aparecen en lo cotidiano, por ejemplo con la presencia de las tecnologías la escuela prolonga su tiempo de funcionamiento y las interacciones pasan a estar presentes 24/7”.
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“Creo que el momento es oportuno para recuperar estrategias más tradicionales, como la conversación cara a cara, encontrarse, hablar de los miedos asociados a las tecnologías -afirma Steinberg-. Esto genera nuevos acuerdos e implica ejercer el rol de adultos, acompañando el crecimiento de los chicos, poniendo reglas y organizándose. Además, cuando hablamos de habilidades y de saberes que necesitan los chicos aparece la autorregulación, una competencia que se desarrolla a lo largo de la vida”.
Celular en el aula: ¿y los padres?
Hay inteligencia artificial y miles de aplicaciones muy específicas que si realmente se saben utilizar pueden ser una ayuda muy poderosa. ¿Cómo impacta esto en los niños, en las adolescencias y en el sector educativo? Con datos de una encuesta de Unicef, Cora Steinberg apunta que están todos conectados desde el segundo ciclo del nivel primario y que acceden al dispositivo con internet cada vez más temprano. “El 80% de los chicos de entre 9 y 11 años tiene un dispositivo; entre los de 15 a 17 solo el 20% lo tuvo antes de los 10 años. Es una bisagra de generaciones de poquitos años”, explica.
“La primera medida de la escuela fue restringir el uso, pero de lo que se trata es de acompañar a los docentes en cómo organizar y controlar la situación en las aulas -enfatiza-. Los chicos están todos los días en las redes, las usan de manera intensiva y ya es parte de su cultura, de su forma de relacionarse. El tema, creo, es que hay un desacompasamiento entre las habilidades y los saberes de los docentes y lo que los chicos manejan”.
“Casi el 10% de los chicos y chicas dijo que alguien compartió imágenes de ellos sin autorización -apunta Steinberg-. Aquí también es una cuestión de padres responsables, porque la escuela no les dio los celulares a los chicos, fueron los padres, ¿eh? Entonces los padres deben saber qué herramientas y qué saberes necesitan los chicos para estar en el mundo digital de manera autónoma y segura”.
Una cultura escolar que va cambiando
“Tuve la posibilidad de leer resultados, escritos por docentes de Tucumán pertenecientes a escuelas de ámbitos rurales y urbanos; escuelas grandes y chicas; con estudiantes de ciclo básico y otros del ciclo superior; y lo que llega en términos de reflexión da cuenta de una escuela muy diferente a la que seguramente nosotros transitamos. Da cuenta de una escuela que escucha a los pares docentes”, destaca Graciela Cappelletti.
“Hablaba con una profesora de que los proyectos de PLaNEA pueden funcionar como una pared en la que se apoyan para implementar el trabajo docente -añade-. Desde ahí se puede promover la reflexión de los estudiantes, la participación, acompañarlos en procesos que quizás solos no hubieran podido llevar adelante. Se muestran producciones de los chicos que son maravillosas, de escritura, de elaboración de videos, de discusiones. Cuando uno habla de transformación tiene que hablar del cambio en una cultura escolar que implica a los docentes, a los estudiantes y a las familias”.