Los escándalos en la Liga Tucumana ya no sorprenden: se repiten. Las escenas de violencia, los fallos arbitrales cuestionados y las decisiones discrecionales se volvieron una constante que empaña el fútbol local. Las finales, además, suelen ser el escenario en el que ese combo aparece con mayor crudeza. El partido entre Tucumán Central y Concepción FC reunió todos esos elementos: desde errores groseros de los jueces -como el gol anulado a Hernán Lastra por el asistente Víctor Escobar o la expulsión de Emanuel Cuevas por parte del árbitro Axel Santillán- hasta incidentes en la tribuna y la represión policial final para desalojar el estadio. Y aunque el “Rojo” de Villa Alem celebró su primer campeonato en la era moderna de la Liga (desde 1977) con el 1-0 de Nelson Martínez Llanos, el fútbol quedó en un segundo plano.
La previa ya estaba cargada de suspicacias. Tucumán Central había llegado a la final tras eliminar a Graneros en una serie polémica, marcada por fallos arbitrales que derivaron en un conflicto con los jugadores y una trifulca que requirió intervención policial. Concepción venía de una llave igualmente caliente contra Bella Vista, en la que al “Cuervo” le anularon dos goles muy discutidos. Con ese historial reciente, las dudas sobre el arbitraje eran inevitables.
Los nombres designados tampoco generaban tranquilidad. Axel Santillán, árbitro principal, arrastraba episodios complejos: después del partido entre Tucumán Central y Sportivo Guzmán por los cuartos de final del Anual 2024 -serie que ganó el “Juliano”- un hincha arrojó un petardo que explotó cerca de la terna arbitral. También había sido asistente 1 en el recordado conflicto entre Sportivo Guzmán y Atlético Concepción por el Regional Amateur, otro antecedente que lo dejaba expuesto.
Los asistentes tampoco llegaban con un historial limpio: en la serie entre Ateneo y Tucumán Central omitieron un offside de Diego Velárdez que terminó en el 2-0 del “Rojo”, y en ese mismo encuentro se sancionó una falta inexistente sobre Bruno Medina que derivó en el penal que abrió el marcador. Con todos esos antecedentes, el clima ya estaba caldeado antes del inicio y los jugadores del “Cuervo” entraron con la guardia alta.
Aun así, el comienzo fue prometedor. A menos de un minuto, Matías Barboza dejó atrás a varios defensores aunque no llegó a definir ante Daniel Moyano. Concepción mantuvo la presión y generó otra chance en un tiro libre ejecutado por el propio Barboza que Pablo Sánchez conectó de cabeza. Pero de esa jugada nació el único gol válido del encuentro: Moyano sacó largo, Bruno Medina controló, desbordó por calle Pellegrini y asistió a Martínez Llanos, que definió ante Pedro Villarreal. El tanto dejó sin reacción al “Cuervo” y mostró la jerarquía del equipo de Walter Arrieta.
El desarrollo deportivo duró apenas hasta los 20 minutos. En ese punto, Hernán Lastra anotó el empate para Concepción, pero el asistente Escobar lo anuló por un offside inexistente. Volaron proyectiles desde la tribuna y los jugadores rodearon al árbitro para protestar. La tensión se prolongó durante varios minutos, aunque Concepción decidió seguir en busca de la igualdad.
Tucumán Central, mientras tanto, seguía generando peligro: un remate de Medina pegó en el palo y un segundo gol de Martínez Llanos fue anulado por una supuesta falta. El partido volvió a encenderse cuando Barboza recibió un empujón fuerte de Lautaro Herrera y chocó su cabeza contra el cerco de cemento de La Ciudadela. La jugada requirió asistencia médica y avivó los cruces entre jugadores, además de nuevos reclamos por la falta de sanciones por parte de Santillán.
El nivel de conflicto escaló tanto que los futbolistas debieron salir escoltados por la Policía. La reanudación del complemento se demoró más de lo previsto y, para completar el cuadro, un corte de luz dejó gran parte del segundo tiempo a oscuras. Las torres recién se encendieron a tres minutos del final.
A los 68’, Santillán expulsó a Emanuel Cuevas tras un cruce con Diego Velárdez y, a los 85’, César Abregú vio la roja por un golpe sobre un jugador del “Cuervo”. Con eso, el partido terminó de desvirtuarse: los minutos finales fueron la demostración de que el foco ya no estaba en el fútbol.
Y para completar la ecuación, algunos hinchas de Concepción decidieron invadir el campo de juego en los minutos finales y la Policía intentó resguardar al árbitro, dando paso a una represión continua sobre los hinchas sureños en las afueras de La Ciudadela.
Dentro del estadio, la postal fue tan cruda como reveladora: en un extremo, los jugadores de Tucumán Central celebraban el campeonato; en el otro, los futbolistas de Concepción FC permanecían tirados en el piso, indignados por el desenlace. Axel Epifanio llegó a realizar gestos contra los árbitros antes de reunir a sus compañeros para meterse directamente al vestuario, sin recibir las medallas de subcampeón.
Víctor Rodríguez y otros jugadores vieron cómo el empleado de la Liga, Oscar Gorósito, llevaba el trofeo hacia la premiación, mientras lanzaban críticas durísimas al arbitraje. “Compraron todo el campeonato”, se escuchó desde la zona de vestuarios. Luego, Tucumán Central quedó solo en el campo para festejar.
La final dejó un campeón, sí. Pero también dejó expuesto un salvajismo estructural que se repite año tras año y que la Liga Tucumana sigue sin resolver. Y mientras eso no cambie, cualquier triunfo quedará inevitablemente ensombrecido por el mismo panorama: violencia, arbitrajes caóticos y un fútbol que pierde terreno frente a su propia miseria.