La relación entre humanos y animales ha sido objeto de estudio durante décadas, y en ese camino, la ciencia viene acumulando evidencia sobre cómo la presencia de distintas especies puede impactar en la salud emocional

En este contexto, los gatos empezaron a ocupar un lugar central. Aunque suelen ser catalogados como seres más independientes, múltiples investigaciones revelan que su compañía genera efectos fisiológicos y psicológicos positivos en quienes viven con ellos. Sus comportamientos, capaces de inducir calma y bajar tensiones, despertaron interés en la comunidad científica.

Un estudio reciente ahondó en este vínculo y evaluó cómo diferentes formas de interacción con un felino influyen en zonas del cerebro relacionadas con el equilibrio emocional. Para ello, cerca de treinta voluntarios participaron de actividades cotidianas como acariciar, jugar, entrenar o alimentar a un gato, mientras se monitoreaba la actividad de la corteza prefrontal, un área clave para la regulación del estrés, la toma de decisiones y la memoria de trabajo.

Los resultados fueron claros: se detectó una activación significativa en esta región sin importar el tipo de interacción, lo que indica que incluso conductas espontáneas de los gatos pueden disparar respuestas positivas en las personas.

A estas conclusiones se suman otras investigaciones que vinculan la convivencia con gatos con mejoras físicas, emocionales y sociales. Organismos internacionales señalan que una parte considerable de la población convive diariamente con mascotas, y diversos estudios ya habían asociado la presencia felina con reducciones en la presión arterial, en la frecuencia cardíaca y en la probabilidad de sufrir eventos cardiovasculares.

También se observa que funcionan como un soporte emocional valioso, capaces de aliviar sensaciones negativas y aportar un clima sostenido de bienestar. En muchos países, su popularidad creció hasta superar la cantidad de perros domésticos, algo que refuerza su adaptación a entornos urbanos y dinámicos.

Por qué tener gatos contribuye a disminuir la ansiedad y el estrés

Las investigaciones permiten comprender por qué la convivencia con gatos suele asociarse a rutinas que favorecen el equilibrio emocional. Sus respuestas autónomas -desde el ronroneo hasta gestos de cercanía o demandas de atención- parecen jugar un rol clave en la forma en que las personas manejan la tensión diaria.

Además, se detectaron mejoras en funciones ejecutivas gobernadas por la corteza prefrontal. Incluso, en el caso de personas con trastorno del espectro autista, se observó que los gatos podrían facilitar la comunicación no verbal debido al impacto que generan en áreas cerebrales relacionadas con la percepción social.