“Fue todo muy rápido y confuso. Vi a mi compañera con la remera manchada de sangre entrando a la dirección y, al girar, a un alumno que arrinconó y agredió a la profesora de Matemática”. La adolescente que lo cuenta tiene 13 años, la misma edad que la víctima, y cursa segundo año en otra división. Todavía habla en voz baja, como si temiera despertar nuevamente la escena. Y no es la única. Los estudiantes de la Escuela Media de Alderetes caminan desde ayer con una mezcla de miedo, incredulidad y una pregunta que nadie logra responder ¿cómo pudo pasar algo así?

El episodio ocurrió el martes poco antes del último recreo, cuando el timbre marcó el final de la clase. Un alumno de 13 años atacó a una compañera con un cuchillo tipo “sierrita”, directo al pecho. La herida, en la zona de la mama izquierda, fue asistida de inmediato por docentes y directivos. Aun así, durante la madrugada la adolescente desarrolló un hemotórax y debió recibir un tubo de drenaje en el Hospital de Niños. Hoy permanece estable, lúcida y en terapia intermedia.

Del agresor poco se sabe. Por su edad es inimputable y fue entregado a sus padres. No había antecedentes de conflictos entre ambos, ni denuncias de violencia dentro de la escuela. La Fiscalía de Menores, la policía, Dinayf y el Ministerio de Educación trabajan para reconstruir lo que desencadenó el ataque.

Un aula marcada

La imagen que se viralizó el martes por la noche habla por sí sola. Un aula con mesas desparramadas,  sillas amontonadas y cintas de “peligro” cruzando la escena. En el piso, cerca de una silla roja, se ven manchas de sangre. El desorden del mobiliario y la zona acordonada exponen la violencia del episodio y el clima de urgencia que siguió.

Ayer al mediodía afuera, la escuela ya no parecía una institución educativa. Una camioneta de Infantería estaba apostada desde antes de las 13, ante el aviso de una posible protesta. En la entrada, varios uniformados custodiaban el portón negro mientras alumnos, madres y padres buscaban explicaciones que nadie ofrecía. Uno de ellos señaló que ningún directivo haría declaraciones a la prensa ya que la ministra de Educación Susana Montaldo, se había expresado públicamente más temprano.

“Como padres queremos seguridad. ¿Con qué confianza la puedo dejar acá?”, reclamó una mujer, que aseguró haber intentado hablar con la directora sin éxito por lo que había decidido que su hija no ingresara a clases ante esta situación.

Otra mamá, conmovida pero firme, contó que este no fue el primer episodio de violencia que escuchó de su hija. “Cada día la traigo por temor a las peleas que a veces se suceden afuera de la escuela”, dijo antes de admitir que busca cambiarla a otro establecimiento el próximo año.

Los testimonios no tienen nombre por miedo. Temen represalias contra sus propios hijos al dejar cualquiera de sus datos personales.

Temor en los pasillos

A las 13.15 empezaron a llegar los estudiantes del turno tarde. Un grupo de chicas habló con LA GACETA, siempre con identidades reservadas. Conocen a la víctima de vista, al igual que a su agresor.

No saben de enfrentamientos previos, pero sí escucharon rumores de “bullying”. También reconocieron que muchos de sus compañeros se sienten asustados por lo que pasó, y detallaron que a pesar de que el martes debían retirarse a las 17.10, a las 17 ya estaban casi todos en la calle, esperando a sus padres ante lo ocurrido.

Del otro lado del portón, los docentes evitaban dar declaraciones por temor a amenazas. La policía también vigilaba desde las esquinas; un grupo de uniformados observaba cada movimiento. Los padres que intentaban ingresar eran frenados. Algunos insistían, otros reclamaban.

Recién cuando la cantidad de familias en la vereda creció, en medio de un calor agobiante y un clima tensa, las autoridades de la escuela accedieron a abrir la puerta y conversar con ellos para empezar a dar algunas respuestas.

ACCESO. Un grupo de padres logró ser recibido por directivos, luego de que al principio se les negara una reunión. LA GACETA/ FOTO DE ANALÍA JARAMILLO

Los padres pidieron tres cosas: más seguridad, un diálogo fluido con la directora y garantías concretas de que la situación está contenida. Una vez iniciado ese intercambio, la infantería se retiró del lugar.

La investigación

El jefe de la comisaría de Güemes, Carlos Romano, confirmó que la intervención policial comenzó minutos después del hecho y que la Fiscalía ordenó entregar al agresor a sus padres, dada su inimputabilidad. También se activaron los protocolos de asistencia psicológica y acompañamiento para la comunidad educativa.

Los motivos del ataque siguen bajo análisis. Mientras tanto, en Alderetes la sensación es unánime. Algo se quebró. “No es la primera vez que escucho que pasan cosas”, dijo una madre. “Pero nunca imaginé que iba a llegar a esto”.

Trabajadores del ministerio de Educación llegaron a las 14 en punto a la escuela, aunque tampoco quisieron brindar datos o declaraciones hasta que las investigaciones avancen.

La escuela intenta retomar su ritmo, pero la herida -física y simbólica- aún está muy fresca. La imagen del aula acordonada se volvió el reflejo de una sociedad que exige respuestas mientras intenta entender cómo, en cuestión de segundos, una tarde escolar se convirtió en una pesadilla para toda una comunidad educativa.