El hombre está en su oficina, maneja millones de dólares en un fondo de inversión, pero su vestimenta no coincide con el aspecto tradicional de un hombre de las finanzas. Es más, está escuchando Metálica a todo volumen y leyendo un libro de fantasía, en el que un grupo de héroes lucha contra la tiranía que ha dejado al mundo sin magia.

Esta es una de las tantas escenas emblemáticas de La Gran Apuesta (The Big Short), la película protagonizada por Christian Bale en la que interpreta a Michael Burry, el inversor que se hizo famoso por predecir el colapso financiero de 2008. En su apuesta, insólita e incomprendida por el establishment, Burry ganó cerca de 1.000 millones de dólares por desconfiar de las hipotecas subprime. Apostó en corto, es decir, estaba convencido de que los bonos respaldados por estos instrumentos financieros estaban llenos de clientes de muy baja calidad, lo que haría que el mercado colapsara y provocara la última gran crisis económica.

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Desde entonces, Burry se convirtió en una voz autorizada en el mercado de las acciones y en los últimos días está envuelto en una serie acusaciones en contra de la estrella del momento: la inteligencia artificial. El “gurú” que predijo el ocaso de 2008 ahora lanzó una advertencia devastadora contra este sector de la tecnología. Burry se posicionó nuevamente como la voz de la catástrofe en medio de la fiesta del mercado y desde hace varios días está hablando no solo de “burbuja financiera”, sino también de “fraude contable sistémico” alrededor de las empresas que proveen infraestructura de IA.

Qué advierte Burry sobre la inteligencia artificial

El principal objetivo de la crítica de Burry es NVIDIA, la empresa de chips que logró convertirse en la más valiosa de la historia, gracias a la fiebre por la IA, alcanzando un récord de 5 billones de dólares a principios de noviembre. La polémica provocó fuertes reacciones en los mercados y forzó a las tecnológicas a salir a defenderse. El argumento más fuerte de Burry supera la simple sobrevaloración de acciones y afirma que las empresas utilizan estrategias agresivas para "dibujar" sus resultados y mostrar un crecimiento apoyado en la IA que no es real.

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Según Burry existe una depreciación de activos: acusa a gigantes como Meta, Google, Microsoft y Oracle de extender artificialmente la vida útil de sus equipos tecnológicos en los libros contables. Según su análisis, estas empresas extendieron la vida útil de sus costosos servidores y chips de IA, como los de NVIDIA, de un ciclo real de dos o tres años a plazos de cinco o seis años.

La acusación es grave, porque de tener razón, según Burry los costos reales para sostener la ola de la IA no se estarían declarando y por eso las empresas aumentan las ganancias. Esto convertiría en ficticio todo el crecimiento de las tecnológicas y según sus cálculos, la maniobra permitiría ocultar unos 176.000 millones de dólares en depreciación entre 2026 y 2028.

Al mismo tiempo, Burry no se limitó a la depreciación. También apuntó contra NVIDIA por la dilución causada por la compensación basada en acciones a sus empleados y sus programas de recompra. Según sus cálculos, aunque la compañía ganó cerca de 205.000 millones en ingresos netos desde 2018 y gastó 112.500 millones recomprando sus propias acciones, la cantidad de acciones en circulación aumentó en 47 millones de dólares. Para Burry, esto sugiere que las recompras no aportaron valor al accionista, sino que solo sirvieron para compensar la emisión de nuevas acciones entregadas a los empleados.

La respuesta de NVIDIA

La respuesta de la industria fue inmediata y hostil. La empresa de chips, inicialmente en silencio, reaccionó a las críticas y envió un comunicado privado a los analistas de Wall Street donde negó cualquier semejanza con fraudes contables históricos. Su CEO, Jensen Huang, también salió al cruce ante el temor de una burbuja. Desmintió los riesgos y afirmó que el negocio se mantiene sólido, proyectando ventas que superarían las expectativas. "Se habló mucho de una burbuja de IA. Desde nuestra perspectiva, vemos algo muy diferente", dijo Huang.

La advertencia de Burry es quizás una opinión personal, pero no está aislada en la creciente preocupación sobre la sostenibilidad del gasto en IA. En redes sociales se expanden las críticas sobre los acuerdos circulares en los que NVIDIA invierte en startups que a su vez compran sus chips. “OpenAI y Amazon acuerdan por 38.000 millones de dólares”, “NVIDIA invertirá  $100.000 millones de dólares en OpenAI”, son tan solo algunos titulares de las últimas semanas.

Burry se muestra convencido de que el mercado está contando la historia del éxito antes de tiempo y, como en la mayoría de las burbujas, advirtió: "cuanto más se prolongue, peor será el choque al estallar". Estas críticas le valieron el apodo de “Cassandra” por parte de Warren Buffet, otro ícono de Wall Street. Al igual que la princesa de Troya, que vio la caída de su ciudad antes de que el caballo de madera cruzara las puertas, Burry parece estar viendo las grietas en los cimientos de un edificio que todos estamos aplaudiendo. La IA, sin dudas, tiene un potencial nunca antes visto, pero cada tanto vale escuchar los cantos de los “cassandra” para avanzar de manera prudente hacia una innovación transformadora y no especulativa.