La reciente declaración conjunta del Ministerio de Salud de la Nación y de las carteras sanitarias de las provincias dejó una advertencia clara: las vacunas del calendario nacional siguen siendo la única herramienta capaz de salvar millones de vidas. Este mensaje apunta a reforzar la necesidad de no relajar la protección sanitaria en un momento de gran movilidad social y de circulación de virus.

En nuestra provincia, el llamado adquiere una urgencia especial. Las autoridades sanitarias reforzaron en los últimos días la alerta frente al resurgimiento del sarampión, una enfermedad que se consideraba olvidada, luego de que se confirmaran brotes en distintas jurisdicciones del país y en naciones limítrofes. La vigilancia epidemiológica se intensificó aquí a partir del seguimiento de personas que estuvieron en contacto con casos sospechosos. Aunque Tucumán no registra circulación del virus, el antecedente reciente basta para encender las alarmas.

El sarampión es altamente contagioso y puede propagarse con rapidez, incluso antes de que aparezcan los síntomas. No puede ignorarse que la protección colectiva depende de la inmunización generalizada: cada familia que no completa el esquema abre una brecha que puede llevar a rebrotes, a complicaciones graves o a muertes evitables.

Por otro lado, el peligro del dengue ya es una realidad que la provincia conoce de cerca. Si bien las cifras recientes indican una pausa en los contagios locales, con varias semanas sin casos confirmados, las autoridades sanitarias advirtieron que no debe bajarse la guardia. El mosquito Aedes aegypti encuentra en el clima chaqueño, subtropical y húmedo de Tucumán un ambiente propicio para proliferar, especialmente cuando se aproxima la temporada estival. Los veranos recientes dejaron cifras récord de contagios en gran parte del país, un recordatorio doloroso de que la prevención debe ser constante.

La buena noticia es que ya existe vacuna contra el dengue en la provincia. Pero la inmunización debe ser acompañada de medidas de control y cuidado ambiental: eliminar criaderos, descacharrar, usar repelente, evitar acumulación de agua en recipientes y mantener limpios los hogares y patios. La responsabilidad es compartida: Estado, municipios y vecinos deben sostener un trabajo coordinado que permita reducir los riesgos.

El mensaje de fondo es sencillo, pero poderoso: la vacunación no termina con la infancia; es una responsabilidad colectiva permanente. Las autoridades sanitarias insistieron en que la efectividad de las vacunas está respaldada por décadas de uso seguro y por evidencia científica sólida y contundente.

Hoy, cuando reaparecen viejos fantasmas sanitarios como el sarampión y con el dengue al acecho, completar el calendario de vacunación es una inversión social que se debe atender. No hay excusas: el riesgo es real, la vacuna está disponible, la protección está al alcance.