A los 18 años, Martín Ortega está por atravesar uno de esos umbrales que pueden cambiar el rumbo de una carrera. El martes, el juvenil más chico del plantel profesional de Atlético Tucumán iniciará su primera pretemporada con Primera División, un premio a un año que vivió como un quiebre: de jugar en quinta división bajo la mirada formadora de Fernando Fontana a consolidarse como una pieza importante de la reserva comandada por Hugo Colace durante el segundo semestre de 2025.

Nacido en Yerba Buena, Ortega recuerda que sus primeros pasos con la pelota fueron en el CEF 18, donde descubrió la alegría de gambetear. Esa naturalidad lo acompañó cuando, todavía niño, dejó su casa para vivir en la pensión de Vélez Sarsfield. Tres años en la estructura formativa del club de Liniers le dieron rodaje, madurez y una identidad futbolística más definida. Sus actuaciones constantes, sus goles y su capacidad para desequilibrar por la izquierda llamaron la atención del “Decano”, que no tardó en asegurarlo: Martín firmó contrato hasta 2028. Para él, ese papel fue más que un acuerdo: fue la confirmación de que su carrera empieza a tomar forma.

Un cambió en 2025

El juvenil no duda en catalogar el año que esta terminando como uno de los más importantes de su vida deportiva. “Me parece que el 2025 fue un gran año para la Reserva, ya que clasificamos en los dos torneos al play off”, repasa con entusiasmo. Ese rendimiento colectivo fue, también, una vidriera para su propio crecimiento. Entre quinta y Reserva sumó cinco goles; el más recordado, un golazo a Gimnasia en La Plata que todavía comenta con una mezcla de orgullo y picardía. “También está el que le hice a Platense”, agrega, como quien deja caer un detalle sin demasiada solemnidad.

Hugo Colace, su entrenador en reserva y ahora también en Primera, fue un punto de apoyo en este proceso. Ortega resalta un consejo que le quedó grabado: “Hugo siempre me pide que encare, que vaya para adelante y termine la jugada”. Esa frase es, en cierto modo, la síntesis de lo que el volante —o extremo por izquierda, aunque se declara diestro— quiere ser dentro del campo: un futbolista ofensivo, valiente y vertical.

Los deseos para 2026

Mientras la mayoría hace balances y sueños de Año Nuevo, Ortega se permite pensar en grande. Para él, el 2026 puede ser un antes y un después. “Lo que uno puede pedir como deseos en Navidad para el 2026 es poder debutar y afianzarme en la primera de Atlético”, afirma sin rodeos. La ambición convive con la prudencia: sabe que el salto exige madurez, competencia interna y aprovechar cada oportunidad.

Las vacaciones, cuenta, le permitieron recargar energías sin descuidar la preparación física. “Disfruté con mis amigos y con la familia, también seguí entrenando para poder aprovechar la oportunidad de hacer la pretemporada con primera”, explica, consciente de que esta chance puede no repetirse si no demuestra que está listo.

Responsabilidad

Aunque todavía es un chico, Ortega habla con naturalidad de conceptos que suelen escucharse en jugadores experimentados. Cuando se le pregunta cómo se presentaría ante la sociedad “decana”, no duda: “Me considero un jugador que es muy responsable y que siempre deja todo por el equipo”. En tiempos donde la versatilidad es un activo, él suma dos posiciones: volante y extremo izquierdo. Su pegada y gambeta lo hicieron crecer allí, pero insiste con una sonrisa tímida: “Aclaro que soy derecho”. Un detalle técnico que, más de una vez, sorprende a defensores rivales.

Respaldo familiar

En la vida del juvenil hay nombres que funcionan como anclaje emocional: sus padres, Sebastián y Eugenia, y sus hermanos, Nicolás y Gonzalo. Son ellos quienes lo acompañaron en el camino y quienes celebraron junto a él cada escalón alcanzado. También está la admiración futbolística: Ángel Di María, su gran referente. El rosarino representa ese ideal de extremo inteligente, técnico y desequilibrante que Martín estudia casi como un alumno aplicado del puesto.

Pasos en Primera

El juvenil no llega a la pretemporada a ciegas. Ya tuvo un anticipo cuando Colace asumió y decidió subir a varios juveniles para trabajar tres semanas con la Primera. “Cuando asumió Colace nos subieron a trabajar en primera división tres semanas”, recuerda. Aquella experiencia le sirvió para entender ritmos, exigencias y jerarquías. Ahora, el desafío será sostener el nivel, adaptarse a un calendario más duro y competir por un espacio en la consideración del cuerpo técnico.

Además de su vida en el club, Ortega cursa el primer año del profesorado de Educación Física en el IPEF. Estudiar, dice, lo mantiene ordenado y le da una estructura que complementa el deporte. Una doble apuesta que habla de su disciplina.

El inicio de una historia

Martín Ortega encara el 2026 con la ilusión intacta. Su camino recién empieza, pero sus palabras, su presente y el interés que despierta en el cuerpo técnico dejan ver que no es un juvenil más: es uno de esos proyectos que pueden marcar una década si el crecimiento continúa al ritmo que tuvo hasta ahora. La pretemporada será su primera gran prueba. El resto lo dirá el tiempo, la pelota… y su determinación por cumplir ese deseo que ya confesó: debutar y afianzarse en la Primera de Atlético.