"Voy a morir, por favor ve con mi familia y diles que morí salvando las vidas de las personas". Esas fueron las últimas palabras que Ahmed al Ahmed le dijo a su primo antes de lanzarse, desarmado, contra un terrorista armado con un rifle. Hoy, este inmigrante sirio de 43 años y padre de dos niñas lucha otra batalla en el Hospital St George de Kogarah: la de salvar su brazo izquierdo.

Ahmed fue visitado hoy por el primer ministro de Nueva Gales del Sur, Chris Minns, quien no dudó en calificarlo como "un héroe de la vida real". Y no es para menos. Durante la celebración judía de Janucá en Bondi Beach, mientras las balas de dos atacantes segaban la vida de 15 personas, Ahmed decidió actuar. Se ocultó tras unos vehículos y atacó por la espalda a uno de los tiradores, logrando arrebatarle el arma tras una lucha feroz.

El costo fue altísimo. Ahmed recibió cinco impactos de bala en el brazo y tiene un proyectil alojado en el omóplato. "Está acribillado. Nuestro héroe está luchando, pero no está bien en absoluto", confesó su abogado, Sam Issa, quien teme la amputación de la extremidad. A pesar del dolor insoportable, el mensaje de Ahmed desde la cama es contundente. "No me arrepiento. Lo volvería a hacer", aseguró.

Según Ahmed, que llegó a Australia en 2006 y obtuvo la ciudadanía en 2022, este acto fue su forma de pagar una deuda de gratitud con el país que lo acogió. "Dios me dio un poder que nunca antes tuve", le confesó a su familia.

La respuesta de la sociedad fue conmovedora. Una campaña de GoFundMe superó en horas el millón de dólares australianos, con donaciones de figuras como el multimillonario Bill Ackman. Mientras Australia llora a sus víctimas -entre ellas una niña de 10 años y un sobreviviente del Holocausto-, la nación se aferra a la historia de Ahmed como un faro de esperanza ante lo que el primer ministro Anthony Albanese definió como "un acto de pura maldad".