La escena se repite en cada local del centro de San Miguel de Tucumán: un niño señala un juguete, una madre pregunta por “ese que está de moda en TikTok”, un vendedor acomoda cajas que luego desaparecen. Pero detrás de esa imagen cotidiana late una realidad económica que también condiciona las decisiones de compra.
Las voces recogidas en las calles tucumanas revelan realidades contrastantes: hay comerciantes que sienten que las ventas no han repuntado, y consumidores que aseguran cuidar más sus gastos en cada compra.
Entre jugueterías tradicionales, locales especializados y vendedores ambulantes, este recorrido permite trazar un mapa del consumo real, lejos de las vidrieras de las redes sociales y más cerca de lo que efectivamente se compra en Tucumán en esta temporada navideña.
Jugueterías: entre la moda y el bolsillo
En Kalabacha (Muñecas al 100), una de las jugueterías del centro, el movimiento de mercadería es constante, aunque marcado por elecciones cuidadas. Victoria Estebanez acomoda estantes donde los autos y los dinosaurios no suelen durar demasiado. “Para los más chiquitos es lo que más se vende ahora: autos a control remoto, autos a fricción y dinosaurios”, cuenta.
Para las nenas, la demanda mantiene cierta continuidad, pero con adaptaciones al bolsillo. “Buscan mucho las muñecas de la Pini, los cochecitos y las mini brands kawaii”, explica mientras muestra una pequeña esfera. La comparación con marcas más conocidas surge de inmediato: “Son parecidas a las LOL, pero mucho más baratas. Las LOL están en $50.000; estas salen $28.700”. En un contexto de consumo medido, las alternativas ganan terreno frente a los productos más caros.
En noviembre de 2025, el Índice de Precios al Consumidor mostrado por el Indec marcó un aumento de 2,5% a nivel nacional, con una variación interanual cercana al 31%, y en Tucumán incluso se registró una inflación superior al promedio nacional con un 2,7% mensual para ese mes. En la práctica, los precios de la canasta básica esencial y los bienes de consumo, como los juguetes, impactan directamente en la forma en que las familias planifican sus regalos navideños y eligen cuánto gastar.
Entre los productos que sorprendieron este año, Victoria no duda: “El ‘Basta’ se vende un montón”. Se trata de un juego de mesa que se volvió un fenómeno familiar y atraviesa generaciones. “Lo buscan adolescentes, chicos y también adultos. Es para todos”, señala. Algo similar ocurre con los juegos de construcción: “Los Lego y los alternativos tipo Blocky se venden muchísimo”, agrega, destacando que las versiones no originales permiten sostener la demanda.
La fiebre por los Labubu, en cambio, muestra signos de desgaste. “Ya pasó un poco. Tenemos los originales, pero no se venden. Nos quedaron algunos de Coca-Cola y los comunes”, admite.
El precio aparece como un factor decisivo en cada compra. “La mayoría busca regalos de alrededor de $30.000. Pocas personas llevan cosas de más de $50.000”, reconoce Victoria. Y hay un dato que se repite en estas semanas previas a la Navidad: “Vienen muchas abuelas. Las abuelas son las que más buscan regalos”, dice, marcando quiénes sostienen buena parte del consumo en este fin de año.
Primera infancia y compras pensadas para durar
Una cuadra antes, en Su Niño, la lógica de consumo cambia y se vuelve más pragmática. Mientras acomoda juguetes didácticos de colores suaves, Sandra explica que la estrella de esta temporada no son los coleccionables virales, sino los productos pensados para la primera infancia. “Lo que más pide la gente ahora es primera infancia: juegos didácticos desde un mes hasta los tres años”, cuenta. A eso se suman andadores, cunas y regalos destinados también a futuras mamás, en una elección que prioriza lo funcional y duradero por sobre lo efímero.
El patrón se repite: compras cuidadas, pensadas como inversión. “Son regalos que se usan todos los días”, desliza, marcando una diferencia con otras modas de corto alcance. Para las nenas, la tradición se mantiene firme: “Salen mucho las muñequitas Tiny y los bebotes; son infaltables”. Para los varones, los autos siguen siendo un territorio seguro, desde los clásicos hasta los que funcionan a batería. Y con la llegada del calor, la pileta empuja otra tendencia: “Todo lo inflable es moda ahora”, dice señalando una línea de X-Shot, que incluye lanzadardos y versiones de agua.
Cuando se le pregunta por un boom inesperado, Sandra menciona una moda que todavía no llegó a su local. “Ahora están de moda los Brain Rot, pero no ingresaron. Allá en Buenos Aires se venden muchísimo, acá no llegan”, explica. Se trata de juguetes y peluches inspirados en personajes virales de TikTok, conocidos por sus nombres repetitivos y frases absurdas -como “Tralalero Tralala” o “Tun Tun Sahur”-, que forman parte de un fenómeno digital consumido principalmente por niños y preadolescentes. Aunque en Su Niño aún no los comercializan, estos productos sí circulan en Tucumán, sobre todo en puestos callejeros y comercios más pequeños, lo que vuelve a marcar una diferencia entre lo que se viraliza en redes y lo que efectivamente llega a las góndolas tradicionales.
En cuanto a la tecnología, la respuesta es directa y coherente con el resto del escenario: “Acá se buscan más juguetes y peluches que tecnología”. Incluso en el caso de fenómenos recientes, el ritmo es otro. “Los Labubu se siguen vendiendo, por más que ya pasó un poco”, asegura. Algo similar ocurre con viejos éxitos como los capibaras o el cactus bailarín: “Es uno de los que más salida tiene, pero no lo tenemos”, lamenta, evidenciando que no todo lo que se pide puede ofrecerse.
El precio atraviesa cada decisión. En Su Niño compran mamás, papás y abuelos, con presupuestos diversos pero con un mismo criterio. “Hay precios económicos, medianos y altos. Los altos son por marca, pero todos los juguetes, incluso los económicos, son de buena calidad”, explica Sandra. La diferencia, aclara, está en el sello: “Un Lego original vale otra cosa, pero hay alternativas que se acomodan a la billetera de cada uno”. En un fin de año ajustado, elegir también es calcular.
Didácticos, virales y cuotas: el mix del centro
En Guindi, Jorge trabaja entre estantes llenos desde hace siete años y conoce de memoria cómo cambian las modas y, sobre todo, cómo se adaptan los consumos. En este 2025, el hit inesperado no es un juguete electrónico, sino un juego de mesa. “Lo que más se está vendiendo ahora es Palabras a tiempo. Son cosas didácticas que muchos padres buscan para sacarlos un poco de la parte tecnológica”, cuenta mientras una clienta se lleva una caja recién acomodada. En un contexto de gasto medido, los juegos compartidos ganan lugar frente a las pantallas.
Eso no significa que las tendencias virales queden afuera. Jorge se ríe cuando le preguntan por los personajes que circulan en TikTok: “Tenemos de los Brain Rot, sí. Se llevan bastante… esos memes italianos”, dice. Estos juguetes y figuras inspiradas en personajes virales de redes sociales, reconocibles por sus nombres repetitivos y absurdos son pedidos por los chicos directamente por su nombre. En el mostrador conviven así mundos distintos: sorpresas, coleccionables, figuras elegibles y juguetes clásicos.
La tecnología aparece, pero desde otro lugar, más ligado al aprendizaje que al entretenimiento inmediato. “Hay un microscopio electrónico que está buenísimo. Vos bajás la aplicación al teléfono y ves todo en pantalla grande, o lo conectás a la compu. Es portátil y lo llevan tanto chicos como grandes”, explica. Entre risas, cuenta que lo usó para ver “hasta la mugre” en la ficha de carga del celular de un compañero, una anécdota que ilustra cómo estos productos trascienden la idea de juguete.
Algunas modas resisten el paso del tiempo. Los capibaras, pese a llevar más de un año en escena, “se siguen vendiendo”, asegura. Lo mismo ocurre con los Labubu, que en Guindi todavía encuentran público, aunque ya no con el furor inicial.
Cuando se habla de precios, Jorge pone el acento en un punto clave del cierre de año. “En estas fechas siempre se hace un esfuerzo más grande. Se compra algo más lindo”, señala. Y agrega un dato que conecta directamente con el clima económico actual: “Ahora que se sacaron impuestos y entró mercadería con mejores precios, se reactivó todo. Estamos estables hace rato”. Las fiestas, reconoce, empujan las ventas y habilitan decisiones que durante el resto del año se postergan.
Para quienes buscan opciones más costosas, como el microscopio electrónico, Guindi apuesta a facilitar el acceso. “Tenemos cuotas sin interés con casi todas las tarjetas, tres, cinco o seis cuotas según cada banco”, detalla. A eso se suma una estrategia particular: “Creamos cuentas para chicos menores de 12 años; el 10% de la compra se va a su cuenta y en su cumpleaños pueden cambiar esos puntos”. El financiamiento aparece así como una herramienta clave para sostener el consumo.
Entre juegos de mesa, ciencia portátil y personajes virales, Guindi refleja un escenario sin un único ganador. Este 2025, más que una moda dominante, lo que se vende es la posibilidad de elegir: cada familia busca un regalo acorde a su bolsillo, a sus valores y a lo que puede permitirse en un fin de año ajustado, pero con expectativas de celebración.
En la vereda, la tendencia cambia de forma
Del lado de los vendedores ambulantes, las decisiones de compra se toman rápido y con el bolsillo en la mano. Carlos Alfredo Romero, que vende en el microcentro desde hace casi dos años, cuenta que el gran protagonista a pie de calle es el Squishy, un juguete blando y flexible que se aprieta con la mano y recupera lentamente su forma. “Para los chicos se están vendiendo esos… los Squishy. Y los gorritos navideños, eso ahora se vende muchísimo”, resume, mientras mira su mercadería.
A diferencia de las jugueterías, donde algunas modas empiezan a agotarse, en la calle los ciclos son más cortos. Sobre los Labubu, coincide: “Antes sí se vendían más, ahora ya no tanto”. En cambio, lo que aparece con fuerza son los Brain Rot, una tendencia que llega directamente desde las pantallas. “Esa es la nueva moda”, dice, y pronuncia el nombre como lo aprendió de los chicos: “Trulalero”. La escena resume cómo estas tendencias llegan a la calle, de boca en boca, sin pasar por manuales ni campañas.
Romero reconoce que incluso para quienes venden, las modas se aprenden sobre la marcha. “A veces me entero por ellos, porque mis nietos y sobrinos están prendidos a la tele o al celular”, admite. En ese ida y vuelta, la calle se convierte en un reflejo inmediato de lo que circula en redes, pero adaptado a precios más accesibles.
En diciembre, el movimiento se intensifica. “Como se están egresando, llevan mucha nieve”, cuenta. Y aunque el calor apriete, hay clásicos que no fallan: “Por más calor que haga, los gorritos navideños se venden igual”. En la vereda, el consumo se mueve por impulso, ocasión y necesidad: regalos pequeños, económicos y al alcance de quienes buscan cumplir sin desbordar el presupuesto.
La calle como radar de modas
Una cuadra más adelante, las tendencias se confirman, aún con matices que responden al precio y a la rapidez de la venta. Agostina Vidales vende muñecas y peluches por la peatonal y cuenta que este año los productos simples y accesibles son los que más rotación tienen. “Por el momento lo que más está saliendo es el burbujero y todos los peluches”, resume.
Los Labubu siguen presentes, aunque con una adaptación al formato que mejor funciona en la calle. “Buscan más el muñeco que el peluche. Nosotros tenemos un peluche grande que viene con la manta adentro”, comenta. En su puesto también conviven personajes conocidos como Stitch, pistolas de burbujas y toda la línea impulsada por TikTok. “Los Brain Rot se venden un montón. En peluchito son los que más salen”, dice.
La escena se repite: los niños llegan con el pedido claro, aunque no siempre los adultos conozcan el origen. “Yo no me sé los nombres, pero ellos sí”, admite Agostina entre risas. En la calle, el consumo se guía menos por la marca y más por la tendencia del momento.
A la hora de reponer mercadería, la lógica es directa. “Acá se vende lo que está en tendencia”, señala, y suma una fuente clave de información: “También tengo una hija, así que sé por ella qué es lo que se va a vender”. De ese cruce entre lo que circula en redes y lo que efectivamente se puede pagar surge la oferta de la calle, donde las modas llegan rápido, cambian seguido y se adaptan a un consumo más inmediato.
Una Navidad sin un solo juguete estrella
Autos, muñecas, juegos de mesa, peluches y personajes nacidos en TikTok se repiten en las bolsas que salen del centro. No siempre son los más caros ni los más virales, pero sí los que entran en el cálculo de cada familia. En San Miguel de Tucumán, la previa de Navidad se vive entre estantes, veredas y decisiones pequeñas, donde regalar sigue siendo un gesto central, aunque adaptado a una realidad que obliga a elegir con cuidado.