Es urgente cambiar la manera en que pensamos y contamos la inteligencia artificial. Con esa idea como punto de partida, los hermanos Mateo y Augusto Salvatto acaban de publicar “Punto de ebullición: cómo la inteligencia artificial acelera el cambio del mundo”. A lo largo de 183 páginas, el libro busca correr el debate del miedo, la exageración y el sensacionalismo para pensar qué tipo de sociedad estamos construyendo en un mundo donde los humanos ya no somos la única inteligencia. “Vemos que la Argentina, las empresas y la educación tienen una oportunidad enorme para el desarrollo, pero no la van a poder aprovechar si siguen mirando la IA como una amenaza”, dice Augusto a LA GACETA.
La mirada de los autores se apoya en trayectorias ligadas a la tecnología y la educación. Mateo es CEO de Asteroid Technologies, una empresa que desarrolla soluciones de impacto; fundador de Grondplek, que utiliza impresión 3D para construcción sostenible, y socio fundador de Apgreid, una startup edtech enfocada en formación y desarrollo de habilidades digitales. Augusto es Director de Human Intelligence en RockingData, profesor en la Universidad de San Andrés, consultor en adopción de IA en organizaciones, parte del equipo de growth de Asteroid y también fundador de Apgreid.
Desde esas experiencias, se propusieron pensar qué cambia cuando la inteligencia deja de ser exclusivamente humana. “Hoy estamos atravesando un cambio civilizatorio, un cambio de época”, dice Augusto, que define a la IA como la última gota que rebalsó el vaso de un proceso más largo: el final de la sociedad moderna industrial.
Durante siglos, ese mundo tuvo un organizador claro. “En la edad industrial el trabajo era un gran ordenador de la vida social, al punto de que muchas personas tienen apellidos que representan profesiones: Herrero, Zapatero, Guerrero”, explica. Ese esquema empieza a resquebrajarse en un escenario inédito donde “los humanos ya no vamos a ser la única inteligencia en el planeta”, una novedad que obliga a repensar cómo vivimos, cómo trabajamos y cómo aprendemos.
Desde ese marco, el libro propone revisar las preguntas que hoy dominan la conversación pública sobre la inteligencia artificial y que, según los autores, muchas veces están mal formuladas.
Escuela desfasada
Uno de los espacios donde ese desfasaje se vuelve más evidente es la educación. Salvatto plantea que el sistema sigue funcionando con lógicas pensadas para otro tiempo. Por un lado, una escuela diseñada para formar trabajadores disciplinados, con horarios rígidos, timbres y rutinas que replican la lógica de la fábrica. Por otro, una educación basada en memorizar contenidos, propia de un mundo donde la información era escasa.
“Hoy estamos en un paradigma totalmente distinto donde la educación ya no te puede formar para el trabajo. Te tiene que formar para la vida, para otras cosas porque es imposible preparar a alguien para los trabajos que no tenemos ni idea que van a existir en 20 años”, explica. Y argumenta que la lógica enciclopedista perdió centralidad: “hoy tenés abundancia de información, pero lo que necesitás es juicio crítico para discernir qué es cierto y qué no”.
En ese contexto aparece uno de los grandes desafíos para docentes y estudiantes: dejar de pensar la escuela como un lugar para repetir contenidos y empezar a verla como un espacio para aprender a decidir qué hacer con la información disponible. Enseñar solo a “usar” herramientas de inteligencia artificial, advierte, no alcanza.
“Las consecuencias de no revisar el modelo están a la vista… la caída o la pérdida de interés por la educación formal es una realidad evidente”, lamenta. Y aclara: “Nuestra visión no es en contra de la educación tradicional, sino en favor de que haya una reforma, porque si no, justamente la gente va a querer dejar de educarse formalmente”.
Trabajo y decisión
Los Salvatto cuestionan otra idea instalada en el imaginario social: que la inteligencia artificial va a eliminar puestos de trabajo de manera directa. Para Augusto, el problema está en otro lado. “Hay muchas personas que, si no trabajan con IA, en los próximos cinco años no van a poder trabajar más: no los va a reemplazar una máquina, sino una persona que use inteligencia artificial”, dice.
Ese escenario vuelve central una definición que atraviesa el libro: la IA no debería reemplazar nuestras decisiones. “Siempre tiene que haber un humano tomando la decisión final”, dice, y menciona el concepto de “humano en el bucle”: la tecnología puede analizar, sugerir, acelerar procesos, pero la responsabilidad final no debería delegarse.
Ese punto no es menor. Para Salvatto, cuando se corre al humano de la decisión aparecen problemas de sentido, de calidad y de responsabilidad. Es decir, el desafío no pasa por automatizar todo, sino por usar la IA para hacer mejor lo que ya hacemos sin perder el control ni el criterio.
Estado en tensión
El impacto del cambio que describen también alcanza al Estado. Si la inteligencia artificial marca el fin de la modernidad industrial, como plantean, eso implica necesariamente una crisis del Estado tal como lo conocemos. “Estamos frente al fin del Estado moderno como institución capaz de responder a los desafíos del siglo XXI”, afirma.
El problema, explica, no es la falta de recursos ni de tecnología, sino la forma en que está organizada la institución estatal: pensada para garantizar estabilidad en un mundo que hoy exige transformación permanente.
Esa distancia se vuelve visible en situaciones cotidianas. “Vos hoy pedís una hamburguesa en una app de delivery y ves por dónde viene en tiempo real. Cuando hace mucho que no comprás en una plataforma, te mandan un mensaje que dice ‘che, tenés un 10% de descuento’, y justo es el producto que querías comprar. En cambio, cuando se te está por vencer la VTV, nadie te manda un mensaje ni te reserva automáticamente un turno en el día que vos podés”, ejemplifica.
Mientras las plataformas privadas procesan datos y se adaptan rápidamente a las personas, el Estado sigue funcionando con lógicas rígidas y fragmentadas. Resolver esa brecha, plantea, exige revisar de fondo cómo se piensa y se gestiona lo público.
La pregunta que según el autor debería atravesar a docentes, estudiantes, funcionarios y trabajadores en general es: “¿Qué cosas que estoy haciendo podría hacer mejor apoyándome en esta tecnología?”.
Ese interrogante resume el espíritu de “Punto de ebullición”. Salvatto cuenta que no fue escrito para asustar ni para dar recetas rápidas, sino para romper mitos y habilitar una conversación más honesta. “Si alguien cree que la IA le va a sacar el trabajo, no lo va a usar en su día a día”, plantea. Para los autores, perderle el miedo es una condición necesaria para que la Argentina pueda aprovechar la oportunidad que tiene por delante.