PARÍS.- Trabajadores del sector público en huelga interrumpieron los servicios de transporte en Francia y protagonizaron esporádicos episodios de violencia, en el último intento de impedir la aprobación de la impopular reforma del sistema de pensiones que impulsa el presidente Nicolas Sarkozy y que el Congreso tiene previsto votar hoy.
Personal de refinerías y de aeropuertos, conductores de autobuses y trenes, profesores, carteros y de choferes de camiones blindados que abastecen cajeros automáticos efectuaron la sexta jornada de huelga contra el plan de Sarkozy de elevar el piso etario de jubilación de 60 a 62 años.
Un millón de personas se manifestaron en toda Francia, en el mayor y más persistente desafío a las reformas económicas que se ha visto en toda Europa, donde los gobiernos toman medidas para disminuir los abultados déficit presupuestarios y bajar sus enormes deudas. Por caso, a inicios de este año, el presidente del gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero, propuso subir la edad de jubilación de los 65 actuales a 67 años. La reforma, como se dice en la jerga político-institucional, está cajoneada.
"Al infierno con la deuda nacional. ¡No les daremos nada y nos importa un comino el AAA!", decía una pancarta, en referencia a la máxima calificación crediticia del país, que el gobierno de Sarkozy quiere preservar por medio del saneamiento del déficit del sistema de pensiones.
Las protestas se convirtieron en la mayor prueba para Sarkozy, que tiene bajos índices de popularidad, y a 18 meses de las elecciones presidenciales los sondeos indican que, si la elección se celebrara hoy la ganaría la izquierda. En la ciudad costera de Deauville, donde se reunió con líderes de Rusia y de Alemania, Sarkozy llamó a la moderación, mientras en la ciudad sureña de Lyon los manifestantes incendiaron autos y tachos de basura, usaron sillas de cafeterías para romper escaparates y saquearon negocios.
El presidente dijo que la reforma se aplazó demasiado tiempo en Francia, donde los sindicatos acabaron con iniciativas similares en el pasado. "Un jefe de Estado tiene un deber hacia los jóvenes y de cara a los desequilibrios fundamentales de su país", dijo. El primer ministro, François Fillon, dijo que el gobierno teme que las protestas se vuelvan violentas y reseñó que desde el inicio de las protestas fueron detenidos más de 1.100 jóvenes.
Con gases lacrimógenos, la policía dispersó las protestas en el suburbio parisino de Nanterre, donde 200 jóvenes incendiaron autos y causaron daños.
La mayoría de los votantes se resisten al plan oficial. Junto a la Ópera de París, Daniel vende periódicos en uno de las pocas revisterías abiertas. No quiere dar su nombre completo, por temor a sufrir ataques de los manifestantes. Los medios ya hablan de una verdadera guerrilla urbana. (Rueters-AFP-NA-DPA)