Pablo Alberto Aiziczon sintió un terrible golpe en la nuca y se desplomó en el pasto. Sólo los asesinos saben si imploró por su vida mientras lo encañonaban y lo ataban. Pero ellos ya habían decidido matarlo.
Antes lo hicieron sufrir. Un disparo en la mano derecha fue el claro mensaje de que se había metido con la persona equivocada. Luego, con al menos dos balazos más a quemarropa, le perforaron el pecho. Esos estallidos fueron lo último que escuchó el profesor de tenis, de 40 años.
Le sacaron la remera blanca, el short azul oscuro, las medias y las zapatillas. También el reloj Omega, el celular y la billetera. Sólo le dejaron puesto un bóxer celeste.
Envolvieron su cuerpo con un trozo de media sombra. Después, lo cubrieron con una colcha y lo metieron en el asiento trasero de su auto, el Suzuki Swift gris oscuro que ayer apareció en un pasaje del barrio Horco Molle de Yerba Buena. Allí lo rociaron con nafta y le arrojaron un fósforo encendido. Cuando vieron las llamas, los asesinos se fueron. "No sabían que minutos después el fuego se apagaría; no dejaron abiertas las ventanillas y la combustión fue incompleta", advirtió un investigador.
Así, de la forma más terrible, acabó el enigma sobre el destino del profesor de tenis. Ahora, el fiscal Carlos Albaca y los policías que trabajan en el caso se centran en otros dos interrogantes. ¿Quién mató a Pablo Aiziczon y por qué?
Indicios
El jefe de Policía, comisario general Hugo Sánchez, prácticamente descartó que hayan intentado asaltarlo. "Mi experiencia me dice que no es el motivo inicial por el cual ha tenido este desenlace", advirtió. Y agregó que, dentro del auto, hallaron indicios que podrían permitir reconstruir la trágica historia que conmueve Tucumán.
Esas pistas dispararon tres hipótesis. "La más fuerte es la de la venganza. Hace tres años, un hombre amenazó a Aiziczon porque había comenzado una relación con su esposa. No hay nada concreto aún; pero las sospechas son muy firmes", reveló una fuente. Un allegado incluso le comentó a LA GACETA la frase que escuchó Pablo en ese momento: "sos boleta". Eso sí, el informante se guardó el nombre del posible instigador y el de su pareja.
El lunes, Pablo Aiziczon almorzó a las apuradas en la casa de su madre, Susana, quien vive en Lobo de la Vega al 200. A las 14.30 tenía que dar clases de tenis en Unidad Sionista, el complejo situado en avenida Aconquija al 900. Salió 15 minutos antes. Pero en el trayecto, parece, cambió de rumbo.
Se comunicó con su alumno y le dijo que la lección comenzaría a las 15.15. También se contactó con su hermano, Fernando Aiziczon, quien ya estaba en el club. "Le comentó que antes pasaría por el taller para hacer revisar el auto. Pero nos entrevistamos con todos los mecánicos de la zona y no había hablado con ninguno", aseguran quienes trabajan en el caso. Esto los hace sospechar que a Pablo Aiziczon le tendieron una trampa, y que el señuelo fue una mujer. Cuando el profesor de tenis enviaba esos SMS, sostienen, el plan para matarlo ya estaba en marcha.
Un llamado
El teléfono sonó en la comisaría de Yerba Buena a las 7.55 de ayer. "Vengan rápido. En un pasaje que está a la altura de calle Saavedra Lamas al 800 está un auto como el que están buscando", dijo una voz. Casi en el acto, esa misma persona llamó a la familia Aiziczon. Esos dos números habían sido publicados ayer por LA GACETA y por casi todos los medios de la provincia.
El informante tenía razón: el Suzuki Swift, dominio TNC-925, estaba perfectamente estacionado en la vereda oeste del pasaje, con la trompa apuntando hacia el sur. Nadie en la cuadra supo precisar cuándo llegó allí.
Como los vidrios polarizados no permitían ver hacia adentro, los policías abrieron la puerta del conductor, la única que no tenía seguro. En el asiento trasero había un bulto. Y en el acto llamaron al fiscal Albaca y a los principales jefes de la Policía. En pocos minutos, en esa cuadra del barrio Horco Molle había decenas de personas. Todos estaban en vilo por el futuro de profesor de tenis.
Cerca de las 11, Susana, sus hijos Paola y Fernando y sus allegados escucharon de boca del comisario Sánchez la triste confirmación. "Aquí no hubo robo ni otra cosa", les dijo el jefe de la fuerza. "Podemos armar este rompecabezas", aseguró después. Y fijó la mirada en Fernando: "vos podés ayudar mucho; vos estabas muy cerca de él".
Amenazas y una denuncia
Para el mediodía, los investigadores manejaban tres hipótesis del crimen de Pablo Aiziczon. "Él se había hecho cargo de un negocio recientemente y había gente muy molesta con eso. No sabemos si hubo o no amenaza, pero sí que las cosas no estaban bien; no queremos descartar nada", señaló una fuente. La segunda línea, añadió, apunta a una denuncia que realizaron en los últimos días contra un allegado de la víctima. "Es la menos firme", aclararon. La tercera, la de la venganza pasional, es la que están tratando de corroborar.
Un amigo del profesor de tenis acercó un dato que puede ser clave. Horas después de la desaparición, esta persona llamó a la empresa de telefonía celular que había contratado la víctima, le explicó la situación a un empleado y pidió los últimos registros de llamados.
Tres números eran desconocidos. Dos de ellos daban apagado. En el tercero atendió una mujer. "¿Quién habla?", preguntó el familiar de Pablo Aiziczon. Ella dijo su primer nombre y devolvió la pregunta. Cuando el hombre le explicó quién era, la mujer cortó la comunicación. Y apagó el celular.
Las antenas de telefonía revelaron que ella había recibido el llamado desde calle Larrea al 1.700. La línea estaba a nombre de Jorge Luis Borges, según la Policía, pero en esa cuadra no vive nadie con ese nombre. De todas formas, se cree que ahí podría estar la clave. Y están trabajando para identificar a esa persona.
Nadie se atreve a descartar ninguna de las hipótesis. Las tres son totalmente diferentes. Pero tienen un factor en común que eriza la piel: la venganza.
Un bidón, clorofila y cabellos
La Policía aún no pudo determinar dónde ni quienes ultimaron a Pablo Aiziczon. Pero lo que encontraron en el auto puede llevarlos hacia ellos. El trozo de media sombra que usaron para envolver el cuerpo tenía manchas de clorofila. Además, esa tela y la colcha que cubría el cadáver no son de la víctima. Tampoco el bidón de nafta ni los fósforos. En todos estos objetos buscarán elementos biológicos. "Pero si hallamos un cabello debe haber estado aislado del calor. Y dentro del vehículo hubo altísimas temperaturas", indicó una fuente.
La misteriosa aparición del Suzuki
En el barrio Horco Molle, situado a la altura de avenida Presidente Perón al 2.800, los vecinos dan versiones cruzadas sobre cuándo apareció el Suzuki Swift de Aiziczon. "Yo lo vi ayer (por el martes) a las 10, más o menos", dijo Margarita Martoni, quien vive a unos 50 metros de donde hallaron el auto. "Yo volví cerca de la medianoche y no me parece haberlo visto", aseveró Martín, quien también reside en esa cuadra. El dueño de la casa que más cerca estaba del auto dijo que no escuchó ruidos. "No hubo nada que me llamara la atención", señaló.