WASHINGTON/ABBOTTABAD, Pakistán.- Osama Bin Laden murió en un operativo militar estadounidense en su complejo en Pakistán, para luego ser lanzado al mar, tras haber cumplido todos los rituales que requiere la ley islámica, en un dramático final para el largamente perseguido líder de Al Qaeda, que era el símbolo más poderoso del terrorismo mundial.

Los líderes mundiales saludaron la muerte de Bin Laden, pero la euforia fue atenuada a causa del temor a las represalias y las advertencias renovadas de alerta contra ataques. Su muerte no elimina la amenaza de nuevos ataques.

Los atentados del 11 de septiembre del 2001, en los que militantes de Al Qaeda usaron aviones secuestrados para atacar a los símbolos económicos y militares del poder estadounidense, desencadenaron las guerras de Afganistán e Irak y dañaron las relaciones de Estados Unidos con el mundo musulmán.

El golpe

Un pequeño grupo de militares estadounidenses descendió en helicóptero al complejo de Bin Laden cerca de la capital paquistaní, Islamabad, al amparo de la noche, y mató al líder de Al Qaeda en medio de un tiroteo. "Esta era una operación para matarlo", dijo un funcionario de seguridad. "Si hubiera agitado una bandera blanca de rendición, habría sido capturado con vida", agregó. Muchos analistas ven la muerte de Bin Laden como simbólica, dado que se creía que ya no daba órdenes operativas.

Sin embargo, líderes y gobiernos de todo el planeta advirtieron sobre represalias de Al Qaeda y ordenaron refuerzos de seguridad. El gobierno de Barack Obama advirtió que la campaña mundial del país contra el extremismo islámico dista mucho de haber acabado. "La lucha continúa y nunca claudicaremos", dijo la secretaria de Estado, Hillary Clinton. "Exhortamos a los ciudadanos de Estados Unidos que estén en zonas donde los acontecimientos podrían causar violencia antiamericana a que restrinjan sus viajes fuera de sus casas y hoteles y que eviten las manifestaciones y congregaciones de masas", es el alerta lanzado por el Departamento de Estado. La seguridad fue redoblada en el metro de Nueva York y la policía de Washington desplegó 10 vehículos en la circulada Avenida Constitución. El canciller británico, William Hague, advirtió que Al Qaeda sigue viva y anunció que puso en alerta a todas las embajadas británicas.

Francia e Italia también intensificaron las medidas de vigilancia. "La amenaza del terror no ha desaparecido, así que debemos permanecer vigilantes", dijo el canciller francés, Alain Juppé.

Respiro

Aunque las consecuencias de su muerte todavía son difíciles de calibrar, el hecho de que Bin Laden falleciera supone, al menos a corto plazo, un respiro para el gobierno de Obama.

Cazar vivo al líder de Al Qaeda habría desatado un sinfín de preguntas inmediatas de difícil respuesta: ¿dónde encarcelarlo, en Estados Unidos o en el extranjero? ¿Cómo juzgarlo, por tribunales militares o civiles? ¿Cómo evitar que se convierta en un mártir viviente? Revelador es también el hecho de que el cadáver de Bin Laden fuera lanzado rápidamente al mar.

El máximo asesor de Obama en seguridad nacional y antiterrorismo, John Brennan, afirmó que no había otra posibilidad porque las autoridades querían cumplir estrictamente los preceptos islámicos que estipulan que los muertos deben ser enterrados antes de un plazo de 24 horas. En verdad, la excusa supone que por mucho que se tratara de mantener en secreto la localización de la tumba del líder de Al Qaeda esta habría acabado por convertirse seguramente en un lugar -o en varios, si hubiera diversas teorías- de peregrinación para extremistas islámicos.

En las próximas horas y días, el gobierno de Obama deberá también aclarar muchas cosas. Ante todo, la relación con Pakistán, un supuesto firme aliado en la lucha antiterrorista pero que albergó durante años, con un apoyo interno aún por cuantificar, al mayor símbolo de este flagelo. (Reuters-Télam-DPA)