Los All Blacks se consagraron campeones del mundo por segunda vez al derrotar en la gran final a Francia por 8 a 7. De esta manera se bajó el telón de la séptima Copa William Webb Ellis, que levantó Richie McCaw y quedó en poder de los neozelandeses, quienes lograron desatar una gran fiesta en su tierra.
Así, se repitió la historia, la misma que habían escrito en 1987, en este mismo escenario y ante este mismo rival. Solo que aquella vez ganaron con más comodidad (29-9), mientras que en esta ocasión lo hicieron sufriendo hasta el último minuto.
Una vez más quedó demostrado que los partidos se ganan en la cancha. No antes. Mucho hablamos durante la semana de la supremacía de los hombres de negro y que estos llegaban invictos a jugar una final contra un equipo que había perdido dos partidos en la fase clasificatoria.
Además, que los galos habían arribado al duelo decisivo tras una conflictiva semifinal contra Gales, al que solo le ganaron por un punto (9-8), a pesar de contar con un hombre mas durante 60 minutos por la discutida expulsión del capitán de los Dragones galeses. De todas maneras, los All Blacks lograron la victoria, aunque no con la diferencia que se presumía durante los días previos. Apenas por un punto: 8 a 7. Sufriendo hasta el final. Así fue.
Pusieron primera
Los All Blacks arrancaron bien, de la mejor manera, sometiendo a su rival como suelen hacerlo. Se fueron a jugar al campo francés y a los 15 minutos, con una jugada tras un line, sorprendieron la defensa europea y su pilar Tony Woodcock se zambullía en el ingoal rival para anotar el try y abrir el marcador.
Luego Piri Weepu tuvo la oportunidad de sumar 8 puntos más pero falló en sus tres envíos a los palos (la conversiónd el try y dos penales). Los locales pudieron sumar más y ampliar la ventaja en su mejor momento. No lo supieron hacer. Luego llegó el de Francia, que comenzó a manejar mejor la pelota, a controlarla bien y a tratar de jugar en el terreno local.
Las estadísticas indican que en esta primera parte la posesión de la pelota fue repartida en un 50% para cada uno, mientras que los neozelandeses jugaron en territorio rival el 53% contra el 47% de Francia, suficiente para poder retirarse al descanso con una ventaja de 5 a 0. Muy poco para lo que había sido la primera parte, en donde el octavo Kieran Read fue el hombre más destacado en el elenco anfitrión y el ala Thierry Dusautoir en el equipo galo.
El tiempo de Francia
En el segundo tiempo los franceses mejoraron y se fueron a jugar en el terreno de los hombres de negro. Las estadísticas son claras de la manera que equilibró la balanza a su favor, con un 55% contra el 45% de Nueva Zelanda en los dos rubros: posesión y territorio.
Primero fue Stephen Donald el que anotó el penal que le permitió a los All Blacks ampliar la ventaja 8-0. Fue a los 6 minutos. Apenas uno después, a los 7, los franceses llegaron al try por medio de su capitán Thierry Dusautoir. Francois Trinh-Duc anotó la conversión y puso en jaque a los neozelandeses.
En la parte final, los europeos se fueron con todo al ataque y estuvieron cerca del try, luego de una jugada de 18 fases. Pero no lo logró. Los All Blacks se defendieron bien y lograron mantenerse firmes en el campo y en el score. Así llegó el final. Con mucha incertidumbre. Con los All Blacks aguantando el resultado y los franceses que veían cómo se les escapaba la última chance de anotar.
Pitazo final y toda la fiesta desatada en el Eden Park, en sus alrededores, en todo Auckland y en toda Nueva Zelanda. La esperaron 24 años. Cinco Copas que se les había negado y esta noche, por fin, los neozelandeses volvieron a festejar y a mantenerse como el mejor equipo del mundo. Fiesta merecida. Hace ocho meses el país oceánico sufría el devastador terremoto de Christchurch. Hoy pueden disfrutar de esta alegría. Los All Blacks están en la gloria. LA GACETA ©