Pidieron que la marcha fuera en silencio. Quisieron evitar que se politizara el reclamo de justicia. Pero no era sencillo. La muerte de Mauro Iván Sénneke caló hondo en muchos tucumanos, y revivió otros casos de inseguridad. Por eso, el pedido de los familiares del joven de 19 años, asesinado el jueves a la noche por arrebatadores, no siempre se cumplió.
La concentración había sido convocada a las 18.30, en la plaza Urquiza. Diez minutos antes del horario pactado, Teresa de Calderón, una vecina de El Manantial, se sentó en un banco con un afiche en la mano. "Así no podemos vivir. Apenas me enteré que se hacía esta marcha empecé a escribir los carteles. Por mi barrio roban a toda hora", contó la mujer.
Poco a poco, la esquina de 25 de Mayo y Santa Fe fue colmándose. Fátima Dominelli llegó con una pancarta, pidiendo justicia para Marcela Aragón, la mujer que fue asesinada por un motoarrebatador en el barrio Copiat, hace dos meses. "No se olviden de ella. Quedaron tres hijos sin su madre, y pareciera que ya no buscan al responsable", dijo Dominelli.
A las 19.30, la multitud comenzó a caminar por 25 de Mayo. La columna la encabezaban los padres de Iván, Walter Sénneke y Silvia Jiménez, y los tres hermanos del joven. Atrás quedaron los carteles con consignas políticas, y las identificaciones partidarias fueron bajadas.
En las siete cuadras que caminaron, hubo dos momentos en que la columna se detuvo. Los aplausos y los gritos de justicia fueron acallados por el pedido de los familiares de Iván. Así, en silencio, continuaron caminando.
En algunas esquinas, varios grupos de personas esperaban con velas encendidas para sumarse a la marcha. La gente salía de los bares y de los negocios para ver pasar a la multitud. Finalmente, a las 20, la columna llegó a la plaza Independencia. Luego de dar una vuelta completa al paseo, se detuvo frente a la Casa de Gobierno. Allí rezaron un Padre Nuestro y un Ave María. Después, el silencio.
Sin tinte político
A las 20.25, el silencio contenido no pudo más y alguien gritó "jus-ti-cia... jus-ti-cia". El cántico se extendió con un aplauso de protesta, mientras la familia de Iván seguía imperturbable. De pronto, alguien gritó: ¡Viva la pena de muerte!... pero no tuvo eco. "¿Y la Iglesia?", preguntó otro. "Esta no es una marcha política -respondió el padre de Iván-, el que no lo entienda así, que se vaya", agregó con voz firme. Después la familia de Iván se retiró despacio, luego de hacer breves declaraciones a la prensa y de recibir los abrazos de afecto. Los asistentes, que no pudieron gritar ni aplaudir, encontraron su forma de manifestarse, depositando las velas encendidas en la vereda de la Casa de Gobierno, respetando siempre el silencio.
En ese momento, Silvia Jiménez apoyó su cabeza en el hombro de una de sus hijas, miró al cielo, levantó su mano y, con el dedo índice, señaló hacia arriba, y le dijo a la joven: "Mirá, ahí está Iván". Y lloró en silencio...