Los millones revoloteaban tan rápido por la sala que ni siquiera quedaba tiempo para actualizar los resultados en Internet. La subasta de "El grito" (una de las cuatro versiones existentes de la célebre obra de Edvard Munch) había provocado tal aglomeración que el sistema on line de la casa Sotheby's se colapsó varias veces. Sin embargo, a los postores -tanto en la sede de Nueva York como por teléfono- les bastó: en pocos minutos, el cuadro estaba subastado, y por nada menos que casi 120 millones de dólares.
Hasta ahora, ese récord estaba en manos del español Pablo Picasso. Su "Desnudo, hojas verdes y busto" había cosechado 106,5 millones de dólares hace dos años. "El grito", del noruego Munch, tenía un valor estimado de 80 millones de dólares, y justo cuando se alcanzó esa cantidad se detuvieron las pujas. Hasta que el subastador jefe de Sotheby's, Tobias Meyer, consiguió animar a los oferentes. "Esto no ha sido todo", reclamó el alemán. Y no lo fue. Sólo segundos después el lienzo llegaba a la marca récord de 96 millones de dólares, la cantidad que recibió el Picasso (pues hay que sumarle el recargo para la casa de subastas, que en este nivel es del 12 %).
Y hubo más. Dos postores hicieron trepar el monto por encima de los 100 millones. Nunca se había alcanzado esa cifra en el mercado del arte (en ventas abiertas al público). Hasta que el mazo cayó.
"Es un día histórico", resumió Meyer. Es que en el mercado del arte todo parece posible. El nuevo dueño de "El grito" desembolsará 119.922.500 dólares (13 millones son para Sotheby's).
Pero "El grito" no es la obra más cara del mundo. Ese título lo posee "Los jugadores de cartas", de Paul Cézanne, por el que se pagaron el año pasado 250 millones de dólares. Eso sí: fue en una transacción privada en lugar de una subasta. En el mayor de los secretos.