Día y hora: jueves a las 12.30. Lugar: Lavalle y Jujuy, frente a la Escuela de la Patria, a unas 10 cuadras de la plaza Independencia. Hace unos pocos minutos sonó el timbre de salida. A lo largo de 200 metros de platabanda ya se ve a varios grupos de chicos uniformados, escuchando música de celulares, divirtiéndose. Deben tener 13 o 14 años. En ronda, se pasan una botella de gaseosa. Y desde lejos, nada hace sospechar que esta no sea una sana diversión. Hasta que uno se acerca y descubre que detrás del vidrio verde se esconde un líquido marrón con espumita. A pocos metros, otro grupo más descarado parte en dos un envase de plástico, y la transforma en vasos. Uno de los estudiantes llega con un tetrabrik tinto y otro con una gaseosa. Mezclan las bebidas mientras el humo de sus cigarrillos los envuelve. Uno o dos profesores pasan a escasos metros. Y miran para otro lado. Los chicos se ríen.
"¿Dónde compraron el alcohol?", les pregunto. "No te hagas la tonta, periodista de La Gaceta ¿En qué país vivís? Esta caja la acabo de comprar en un quiosco de aquí cerca", comenta uno de los chicos. Pide que no los mandemos al frente. "¿Qué tiene de malo un poquito de alcohol, esto no le hace mal a nadie", reclama uno de los jóvenes. Y me ofrece el vaso. "Probá, ¿me vas a decir que nunca tomaste un poco?", me torea.
Son imágenes cotidianas. Los vecinos, testigos directos, ya hicieron denuncias. Varias. Y nada. Por las grietas que dejan la prevención, las restricciones y los controles se filtran litros y litros de alcohol que terminan en las manos de adolescentes. Las consecuencias se ven en las estadísticas: los jóvenes toman cada vez más y cuando se divierten necesitan altísimas graduaciones. Han convertido a las bebidas en el alma de toda reunión. No sólo en las nocturnas. Lo hacen a toda hora y en cualquier lugar. Les gustan la cervezas, el fernet, el vodka y el vino.
El último estudio realizado en 2011 por los alumnos de la cátedra de Toxicología de la Facultad de Bioquímica, Química y Farmacia de la UNT reveló datos sorprendentes: que el 63 % de los estudiantes admite que toma alcohol todos los fines de semana. Y hay un grupo cada vez más creciente que ingiere bebidas alcohólicas habitualmente (a diario). El 40 % comienza a tomar en encuentros con amigos, un 40 % en fiestas y el 20% en las escuelas.
El trabajo se desarrolló entre más de 2.100 estudiantes de cuatro establecimientos secundarios -privados y públicos- y de diferentes carreras universitarias, describió Susana Ponce de León, docente de la cátedra de Toxicología y coordinadora de la investigación. La encuesta se realiza todos los años desde 2004 como parte de las actividades de la cátedra. La comparación entre los primeros trabajos y los últimos permite observar algunas tendencias preocupantes, según la bioquímica y toxicóloga. En primer lugar, el hábito de tomar bebidas de mayor graduación alcohólica aumentó al doble. Esto deja en evidencia, según la experta, que los chicos tienen mayor resistencia del cuerpo a la cantidad o volumen de alcohol (lo que se conoce como "cultura alcohólica").
Los jóvenes ya no beben alcohol por curiosidad, para dejar atrás la timidez o para estar en onda con un grupo determinado. Toman porque les gusta (el 48%) y para divertirse (el 38%). La edad de inicio en el consumo desciende: se duplicó la cantidad de menores que comienzan a beber antes de los 15 años. En 2009 eran el 30% y actualmente son el 61,5 %. Sólo el 35 % de los encuestados asegura que comenzó a beber entre los 16 y 18 años. De acuerdo a la encuesta, la cerveza aparece como la bebida más consumida (el 62% la toma), seguida por el fernet (45%). El vino (42%) y el vodka (32%), que antes estaban en los últimos puestos, ahora ocupan el tercer y cuarto lugar.