Juan es el jefe o patriarca. Contrario a lo que se esperaba, no es un anciano ni el mayor de los hombres. Pero él fue el elegido entre todos los de su género. A él le deben respeto y cumplen ese código a rajatabla. Si él no autoriza, nadie habla. Viven bajo su autoridad a gusto porque, para ellos, "la tradición es lo más importante". Pero también porque se sienten protegidos. La comunidad de gitanos asentada en la provincia, la mayoría en la capital, es cada vez más numerosa.
La de Juan, ubicada desde hace 20 años cerca del cruce de las avenidas Coronel Suárez y Gobernador del Campo, está formada por tres familias. Viven en tres enormes carpas en un mismo predio. "Nuestros ancestros fueron nómadas; andaban de un lugar a otro, y por ello instalaban carpas; permanecían un tiempo y luego buscaban mejores tierras, donde se podía vivir. Actualmente muchos seguimos la tradición de vivir bajo carpas, por una cuestión de no romper las costumbres", explica Juan Alberto, el segundo de la comunidad, quien habló previamente autorizado por el jefe. En otros tiempos se desplazaban en carretas tiradas por caballos, y en muchos lugares del país usan tráiler para transportar el campamento.
Durante el Censo de 2010, estas comunidades fueron censadas como habitantes de "viviendas móviles". En Tucumán, según el censo de población, existen 103 viviendas móviles en todo el territorio provincial. En el reglamento se define vivienda móvil a toda estructura que es utilizada como vivienda, construida para ser transportada (tienda de campaña, carpas), o que constituyen una unidad móvil (barco, bote, vagón de ferrocarril, casa rodante, camión, etc). Los gitanos, en general, fueron agrupados en esta variable.
Según esos datos, suman un poco más de 400 personas. Sin embargo, en la comunidad de Juan, que tiene casi 40 personas, coinciden en que desde hace más un año son muchos más. Y reconocen que en Famaillá y Monteros aumentó el número de campamentos gitanos.
Más de 40 campamentos
Para Juan Alberto, hay más de 40 carpas gitanas sólo en San Miguel de Tucumán. Aunque reacios al principio a hablar con LA GACETA, poco a poco iban cediendo y fueron colaborativos y muy respetuosos.
Las mujeres, que son mayoría en esta comunidad, también fueron ocupando lugares en el círculo de la conversación. De distintas edades, una a una, fueron regalando sus sonrisas hasta permitir ser fotografíadas, siempre con el visto bueno previo de sus mayores.
Cuestionaban las preguntas acerca de cómo vivían, y por qué lo hacían todavía en carpas. "Para qué tantas preguntas. Somos gitanos, y tenemos nuestras costumbres, distintas a las de ustedes, vivimos con nuestros propios códigos", dijo Catalina, la mayor de las mujeres. Sara,Angélica, Darinca, Susana, Samira, de 2 añitos, y Jazmín, de 4, festejaron el permiso para sacarse una foto.
Ante extraños y entre ellos hablan en una lengua propia. "Es un dialecto de origen húngaro, la patria de los gitanos", explicaron, casi con un orgullo. Dijeron que los mayores se encargan de enseñarles a sus hijos desde muy pequeños el idioma. La mayoría de las comunidades, de acuerdo a un relevamiento que hizo LA GACETA -en campamentos ubicados sobre las avenidas Francisco de Aguirre, Gobernador del Campo y Coronel Suárez y también cerca de la Autopista-, se dedican a la compra y venta de automóviles, pero son renuentes a hablar acerca de cómo se ganan la vida.
Lo que es más conocido por todos, es la tarea adivinatoria que realizan las mujeres, a través de las líneas de las manos. "Nos viene por cultura, como herencia y poder", explican las mayores, quienes guardan la costumbre de llevar pañuelos en la cabeza si son casadas; mientras que las solteras llevan sus cabelleras al descubierto. Las mujeres, a diferencia de los hombres gitanos que ya usan vaqueros y camisas a la moda, siguen atrayendo las miradas con sus típicos trajes largos y coloridos.