Dejar volar tan seguido el resultado en casa termina siendo una cruz difícil de llevar. Menos si las victorias llegan de a cuentagotas. Atlético se extraña a sí mismo y abusa de una idea que a veces lo termina traicionando. Y esto no se trata de llevar la pelota al ras del piso atada a los pies. Esto va más allá de lo evidente.
Hay momentos en que el lujo debe ser un espejo, un sueño y no la realidad de una trama con duración de 90 minutos. Querer entrar casi siempre al área estilo Barcelona, difícil es. Cuando hay que reventar y probar las manos del arquero de turno se busca el pase extra. ¿Para qué?
En el gol, el golazo de Gonzalo Bustamante la cosa fue al revés de lo que Atlético se hartó de buscar contra Banfield. La jugada nació de un rayo. Fue velocísima e inteligente. El 10 mató con la sorpresa y su misil venció a Caffa. Porque el lateral previo fue al hombre indicado; ese hombre elegido, llámese César Montiglio, descargó al toque y Gonzalo hizo el resto. Punto, 1-0.
La ejecución del 10 es parte del manual de "RR", no el flirteo incesante como el que en ocaciones el "decano" abusa. Es más, tanto se endulzó el anfitrión que el invitado le pegó una patada al hígado.
Primero falló Andrés Chávez, culpa de una gran tapada de Lucchetti. Después sacó la papa del fuego Barone, aunque, para su pesar, esa misma papa cayó en los pies de Pérez. Sin apurarse, el volante hizo la lógica. Acomodó con sutileza la pelota bien lejos de la estirada de "Laucha" y puso el 1 a 1, a los 36. O sea, ni cinco minutos duró la alegría del local. Ni para el tecito...
Las grietas siguen abriéndose por los carriles. Si no es el derecho se manca el izquierdo. Para colmo, "Pulguita" cantó en playback y mal. No fue su noche ni la del "decano".
Tampoco la de "Tito" Noir. El ex Boca pudo secuestrar los tres puntos y llevárselos a Banfield. Pero falló en la que no debía, estando solito él y su alma para definir. De eso, en Atlético entienden y mucho.