Nada, ni siquiera un desperfecto técnico que dejó a oscuras el escenario durante mas de 50 minutos, fue capaz de opacar el cierre de la colosal gira que llevó a Madonna alrededor del mundo. Fueron 88 shows, el último en Córdoba, lo que permitió que fans del norte y el centro del país concurrieran al estadio "Mario Kempes". Allí, más de 50.000 personas fueron testigos de uno de los espectáculos más importantes de la historia de "La Docta".
Usando las imágenes religiosas a piacere, Madonna dejó atrás la colorida felicidad de su gira de 2008, que tuvo también su parada en Argentina, en el estadio de River, y retomó aquello que la disparó a la fama desde sus inicios y por lo que su público la adora: lo político y moralmente incorrecto.
Una fumata de humo blanco, la que anuncia que habemus papam, fue la señal de que el show había comenzado. La espera de más de seis horas -en el caso de los que entraron apenas se abrieron las puertas- llegaba a su fin, y la euforia dejó en el olvido el cansancio. El show empezó con una hora de atraso, pero no hubo reproches.
Privilegiados
Los que llegaron primero recibieron un regalo inesperado. Pasadas las 17, la diva llegó al escenario montando una bicicleta, y despojada de vestuario y maquillaje brindó un minishow para los fans, que recibieron el presente con los brazos abiertos. Era ella, la Reina, pronunciando la palabra Córdoba y pidiendo permiso para hacer la prueba de sonido. El ensayo duró más de media hora y todos quedaron más que satisfechos.
El MDNA Tour no es un concierto: es lo más parecido a un musical de Broadway con todos los condimentos. Danza, teatro, música, cine, acrobacia y tecnología dispuestos para deslumbrar. Y también contenido y provocación. Madonna no tiene reparos en salir con armas a matar bailarines, en un segundo cuadro que parece salido de una película de acción; o forrada en dólares que vuelan por el aire; o con vestidos destellantes de Chanel y Swarovsky. Esa es ella, esa es su historia.
El apagón
En plena euforia, un corte repentino de energía dejó mudos a todos. O era parte del show o verdaderamente estaba pasando. Sin embargo, Madonna terminó el cuadro, se retiró apenada del escenario y sus bailarines trataron de explicar que el show continuaría en cinco minutos. Pero pasaron 45.
La diva volvió renovada y agradeció a los cordobeses por ser tan civilizados. Es que casi no se escucharon los silbidos y los pocos insultos de los enojados. Había que esperar, porque el show no podía terminar así.
Algunas canciones más y fue el turno de una versión lenta y profunda de "Like a virgin", mientas uno de los bailarines le ajustaba el corset hasta el punto previo al desgarro. Ya no había gritos ni aplausos: Madonna dejó pasmado al público en el momento más oscuro de un show no apto para cardíacos.
A sus 54 años, ella dio cátedra y dejó en claro por qué es la Reina. Para algunos el show fue demasiado corto -se eliminaron temas tras el percance energético- pero nadie pudo negar la intensidad: en todo momento Madonna está arriba del escenario, y no precisamente quieta ni sola con su guitarra. Canta, baila, actúa, salta y corre: es un torbellino contagioso de energía.
Se despidió de repente con un "los quiero mucho" y se hundió en el escenario, que más bien parecía un plato volador. Entre exhausta y atónita, la multitud marchó en silencio a la salida.