El sol llena todos los rincones del barrio El Salvador. Las piedras de los pasajes reflectan histéricamente los rayos y el calor se expande soberbio en cada recoveco del caserío aledaño al Mercofrut. En ese contexto sofocante, parecen inverosímiles las dos figuras que aguardan solitarias al extremo de una calle sin nombre, vestidas de riguroso negro: bombacha de gaucho, chaleco y poncho; sombrero ajustado y alpargatas al tono. A medida que el taxi se acerca al portón amarillo en el que esperan, sendas sonrisas se van ensanchando. "Bienvenidos, un placer", tintinean las voces de Aldana y Giuliana Cardozo, hermanas de nueve y siete años, unidas no solo por el parentesco sino también por su afición al canto y su devoción por una misma referente, Soledad Pastorutti.
Adentro de la casa de las pequeñas, increíblemente, el calor es doblemente más intenso que en la vereda. Pero ellas no parecen sentirse agobiadas y se mueven sueltísimas por ese living que, según contará más tarde su madre, Marta Torres, casi todas las noches hace de improvisado escenario para el público que es su familia. Locuaces, las hermanas explican que la influencia de Pastorutti les llega desde tiempos remotos. "Cuando mi mamá estaba embarazada, escuchaba todo el tiempo a La Sole, porque un tío nuestro también es fanático y le hacía oír. ¡Ella sabía desde entonces que al crecer seríamos cantantes!", se entusiasma la más grande, mientras Torres asiente con la mirada.
Y le resultó cierto el vaticinio o al menos en esa vía transita. Desde muy niñas, Aldana y Giuliana han protagonizado todos los actos escolares en que tenían posibilidad de presentarse y hasta fueron invitadas a algunas peñas y festivales en los que, de acuerdo con el recuerdo orgulloso de su madre, la dupla fue ovacionada. "Siempre ocurre más o menos lo mismo: antes de que subamos al escenario, el público parece aburrido y no canta, pero cuando aparecemos nosotras todo el mundo aplaude y se divierte con el show", se ufana Giuliana, que terminará confesando que el folclore no es su única inspiración, sino que hay otro ídolo popular que la desvela: Justin Bieber. "¡Y a mí me encanta Lady Gaga!", la secunda Aldana. Cosas del mundo globalizado.
Sueño trunco
El entusiasmo que el canto suscita en las hermanitas Cardozo ha sido también su único escudo ante los problemas que se han originado en la familia. Cuando hace dos años su papá Dante entró en estado depresivo -a raíz del fallecimiento de su madre-, las chicas proyectaron ayudarlo a su manera. "A ellas se les ocurrió todo: peregrinamos hasta La Reducción, en Lules, y le prometieron a la Virgen del Rosario de San Nicolás que si su papá se curaba, ellas cantarían en todas sus festividades. Y funcionó: mi marido comenzó a mejorar casi inmediatamente y las chicas cumplieron sin falta", relata Torres.
Pero así como disfrutan de cantar solo por el gusto -a veces, cuando Marta puede acompañarlas, se paran con un reproductor de música en la peatonal Muñecas y actúan para los transeúntes-, Aldana y Giuliana quieren perfeccionarse en su hobbie. Dado que sus padres no tienen la posibilidad de pagarles una academia, las chicas decidieron el año pasado escribirle una carta a la presidenta Cristina Fernández en la que pedían, entre otras cosas, una beca para clases de canto. "Intentaron entregarle la carta personalmente en el último acto del 9 de Julio, pero no llegaron a ella. Se la dieron a los asistentes presidenciales que recogían todos los pedidos y luego se quedaron cantando para la gente que estaba allí. Todos las elogiaban", resalta la madre.
Dos meses después, otro papel se deslizó bajo el portón amarillo de la casa de los Cardozo: la Presidenta había respondido. "En la carta -que tiene el sello oficial y está firmada por Mariana Larroque, directora de Documentación Presidencial- figura un número de expediente (900-144014-12-2) que, supuestamente, debíamos presentar ante la Casa de Gobierno local para acceder a lo que habíamos solicitado. Las chicas estaban felices", recuerda (N. de la R.: el documento dice solamente que la carta de las chicas ha sido derivada a la Casa de Gobierno).
Pero la sonrisa se les desdibujó cuando, en los días siguientes, un empleado del subsuelo del palacio gubernamental les contestó que ese papel no servía. "Nos gritó que la Presidenta no da soluciones a nadie. '¿Usted cree que ella lee las cartas que recibe? Esto es una mentira que inventa para quedar bien', nos decía. Insistía en que era una pérdida de tiempo y en que lo dejáramos de molestar. Las chicas salieron llorando", recuerda la mujer. Pese a que fue rechazada también en otras oficinas, Torres considera que el documento que tiene merece ser tenido en cuenta.
Hace un mes, con muchos esfuerzos por parte de sus padres, las chicas han empezado a tomar clases en el taller de Cecilia Paliza. "La profesora nos dice que cantamos muy lindo, estamos contentas", repiten a dúo. Mientras tanto, siguen alegrando al público de los festivales y revoleando el poncho con la fuerza de quienes resisten las desilusiones. Cantar y soñar -aseguran entre esas paredes abrasadoras- es, por ahora, todo lo que les queda.