La megacausa por crímenes de lesa humanidad cometidos en los '70 "Arsenales II-Jefatura II" se reanudó esta mañana luego de la feria de verano. En la jornada de hoy declararon Vilma Hortensia Rivero y Norma Natividad González.
Antes de estos testimonios, se leyó el acta por el estado de salud del imputado Luis Orlando Varela, que se encuentra internado en el Sanatorio del Norte. Se espera que el lunes se defina el traslado de Varela a Ezeiza o al Penal de Villa Urquiza.
A continuación, Rivero recordó el funesto momento en que su hija, Ana Luisa Ibáñez, fue secuestrada por un falcon sin patente, la noche del 27 de mayo de 1977. "Sé muy bien que salió con compañeros del Sanatorio, y antes de salir del trabajo llamó para avisar que salía a tomar un café con compañeras del trabajo y que volvía a las 23", recordó la mujer, después del café Ibáñez fue secuestrada.
Este testimonio relata una de las historias de las 222 víctimas que fueron desaparecidas durante la dictadura y afecta a 41 imputados, en el Tribunal Oral en lo Federal Criminal. Mañana, el juicio seguirá a las 9.
Hasta ahora
El juicio comenzó el 12 de noviembre, se celebraron 15 audiencias y hasta el momento declararon unos 30 testigos. De los 41 procesados, 33 de ellos están en Tucumán y los ocho restantes en el penal de Ezeiza (provincia de Buenos Aires).
La causa juzga la responsabilidad de los imputados en delitos cometidos en dos centros clandestinos de detención (CCD): la ex Jefatura de Policía y el ex Arsenal militar Miguel de Azcuénaga, que fue el más grande CCD del norte, según la Justicia. Entre los imputados se encuentran el escribano Juan Carlos Benedicto (estuvo seis meses prófugo) y el párroco José Mijalchyk: es el primer sacerdote en ser juzgado en Tucumán por crímenes de lesa humanidad.
Durante la primera audiencia se separó del proceso a Hugo Albornoz por cuestiones de salud. Siguieron el mismo camino luego el ex jefe del Tercer Cuerpo del Ejército, Luciano Benjamín Menéndez (es juzgado en otro juicio y no podría asistir a las audiencias) y Ernesto Alais (por su salud). LA GACETA ©