Fue en un consultorio médico, mientras le colocaban una inyección y después de un gran susto motivado por un pico de estrés, que Griselda López precipitó la decisión que durante tanto tiempo había postergado. "Lo único que falta es que me muera -había reflexionado en voz alta, aún sentada en la camilla-, cuando todavía no grabé el disco con el que sueño". La respuesta del profesional que la atendía fue todo menos piadosa: "tuvo todo este tiempo para grabarlo y ahora se queja, ¿por qué no lo hizo antes?". Aquel diálogo tuvo lugar en junio del año pasado; seis meses después, cuando promediaba noviembre, López ya tenía entre sus manos un álbum hecho a pulmón, con 11 de 14 letras de pop latino surgidas de su inspiración.
Griselda, de 37 años, no sabe explicar por qué ese intercambio con el médico la movilizó tanto, pero lo agradece porque fue lo que la impulsó a que, a partir de entonces, transformara su rutina en pos de cumplir un viejo anhelo. "Empecé a despertarme muy temprano todos los días para salir a caminar. Esa gimnasia no sólo me despejaba la mente, sino también el alma. Varias de las canciones que compuse salieron de escuchar el motor de un colectivo, el ladrido de los perros, la directora de una escuela saludando a los niños a la mañana...", relata. Esas nuevas melodías se sumaron a las que venía acumulando desde hace años -compone desde 2001- y, todas juntas, devinieron en el álbum "Vas por la vida".
Miedos superados
No todo ha sido siempre así de fácil para López, quien admite que el abandono de su madre, a los 12 años, le dejó huellas emocionales y obligaciones familiares. "Mi mamá se fue con otro señor y mi papá se dedicó de lleno al trabajo y a la nocturnidad. Cuidé de mis dos hermanos menores hasta que mi abuela paterna y una tía se hicieron cargo de nosotros. Eso me hizo daño, pero ahora tengo ganas de despojarme de esos malos momentos. En ese sentido, este disco fue como un despertar de nuevo".
¿Por qué entonces postergó tanto un proyecto que parecía tan auspicioso? "Por miedo -responde, rotunda-. Tenía miedo a la exposición, a que la gente sepa lo que hago o que endilguen algún fracaso. También le temo a las drogas. Tuve hace tiempo un programa de radio en el que entrevisté a cantantes, y muchas veces los vi mal. Conozco el trasfondo del mundo de la música y no me gusta".
Antes de superar esos temores, López se ocupó con varias cosas: estudió Abogacía durante dos años ("aunque para mí eso no cuenta", aclara), trabajó en un supermercado y en un maxikiosco, y hasta fue niñera. Actualmente es empleada de un drugstore, cuyo dueño -comenta- le insiste en que se dedique plenamente a su afición por el canto. Pero ella prefiere esperar y reunir el dinero suficiente para empezar a difundir su música por este y otros países. "Me gustaría ir a Chile, Bolivia, Paraguay, Perú... Mi sueño máximo es cantar en Brasil: nunca fui allí, pero lo conozco de memoria. Incluso me animaría a grabar en portugués".
Hasta que todos esos sueños se cumplan, Griselda sabe que tiene mucha tarea por delante. Lo primero es organizar presentaciones para enfrentarse por primera vez ante un público cuantioso. "Cada día ensayo en mi casa para el momento en que me toque actuar en vivo. Hasta ahora no puedo especificar dónde haré mis shows, pero tengo previsto que sea en un lugar íntimo", anticipa.
Tan cerca de completar un sueño muy postergado, Griselda asegura no sentir ansiedad ni nervios: "ya tuve miedo durante mucho tiempo; decidí no anticiparme a más nada. Ahora quiero vivir el día a día".