Entre pescadores se sabe que en Semana Santa no hay pique. No existe investigación científica que lo compruebe, pero el mito está y suele cumplirse con la regularidad de una ley. Un grupo integrado por 14 tucumanos recorrió más de 800 kilómetros hasta Puerto Piracuá, en la localidad santafesina de Florencia, para tentar a la suerte en aguas del río Paraná. Y no volvieron con las manos vacías.
El pesquero no sólo ofrece la oportunidad de disfrutar del majestuoso paisaje litoraleño, sino que es promesa de una buena pesca variada.
Durante las dos jornadas que permanecieron allí, los pescadores obtuvieron piezas de surubí, manguruyú, armado y patí. También hubo gran actividad de palometas, con la voracidad característica de las que podemos encontrar en los ríos tucumanos, pero de mucho mayor porte.
A esta amplia variedad de especies, se sumó la presencia de grandes rayas que hicieron divertir o renegar -según el caso- a los deportistas que lucharon en algunas ocasiones durante más de media hora para recogerlas hasta la lancha.
Si bien no hubo capturas de grandes ejemplares, se obtuvieron cachorros de surubí de hasta ocho kilos (casi todos fueron devueltos dado que no alcanzaban la medida mínima permitida que es de 85 centímetros). Los aventureros esta vez se quedaron con las ganas de algún pique de dorado, ya que el "tigre del río" brilló por su ausencia durante esta travesía.
Según explicó Diego -mejor conocido como "Cato"-, uno de los guías de la cabaña "El Lolo", esta época del año no es demasiado propicia para la pesca de peces con escamas (además del dorado, en la zona se encuentra con frecuencia pacú y boga). Los amarillos suelen aparecer recién a comienzos del invierno y se los atrae con señuelos haciendo trolling.
La pesca fue siempre embarcada y tirando a fondo con carnada (morena, anguila y moncholo). La mayoría de los piques se dieron con la modalidad que allá conocen como "al garete", que consiste en dejar a la lancha derivar con el motor apagado y arrastrando la línea cerca de los camalotes de la orilla; bajo los cuales suele refugiarse el surubí.
Darse este gusto tiene su costo. El valor de una jornada de pesca es de $ 800 que incluye alojamiento, comidas, lancha y guía. La bebida es lo único que corre por cuenta de los deportistas que eligen este lugar.
También hay que hacer cuentas para comprar la carnada. En Florencia, la docena de morena, anguila y moncholo tiene un valor de entre $ 80 y $ 120. Esa cantidad, si es que no hay mucha acción, alcanzará para un solo pescador por jornada y en cada lancha puede trasladar a tres.
Como ocurre en todo el Paraná, los controles son estrictos. Por ese motivo, en la misma cabaña se puede tramitar el permiso de pesca cuyo valor varía según la cantidad de jornadas, pero por dos días fue de $ 80.
Para quienes no son aficionados al deporte, el lugar ofrece una exuberante belleza natural. Para los pescadores, la diversión de obtener distintas especies y la posibilidad de que el río Paraná nos sorprenda con alguna pieza mayor. Para los que quieran creer, la confirmación de que en Semana Santa también hay pique.