La necesidad lo convirtió en un caníbal hambriento al que la espera lo está consumiendo de desesperación. Enzo Maidana se toma con calma la situación, aunque sabe que el tiempo viene siendo tirano con él. Es delantero, encarador, batallador y hasta tiene el título de goleador. Sin embargo, el presente lo castiga por su foja en cero. "Jopo" es el punta que más partidos jugó después de "Pulguita" pero todavía no pudo mojar. Y la mochila, pese a la buena voluntad y los nervios de acero, pesa bastante.
"No, no. Tengo la mejor, sé que se va a dar en cualquier momento", niega eso de que antes de patear el nervio le consume sus sentidos de asesino de redes. "Jode que ya no sé cuántos partidos llevo jugando y todavía no puedo marcar. De hecho, estoy tranquilo porque de lo contrario sería peor para mí. Creo que hice bastante bien las cosas hasta ahora. Me falta el gol", dice.
Su vida a veces viene cargada con un fuerte dolor de cabeza. "Cuando entro, aporto mucho, pero mi trabajo no termina de ser completo por la falta de gol. Mi tranquilidad es a medias: doy lo mejor para el equipo; sin embargo me falta lo otro, entonces nada es perfecto", reniega el ex UTA, y admite. "Sí, tengo hambre, ja, ja. Es la verdad, no queda otra; hay que verla de esa manera. Igual, yo soy una persona muy positiva y sé que sí se va a dar", insiste quien recibe constantemente el apoyo de sus compañeros y en especial del profesor Alberto Madone. "Hablo mucho con él, es muy bueno y me ayuda mucho", le agradece a "Beto" un Maidana quizás perseguido por el fantasma de la mala suerte. "Contra Chicago ya no lo podía creer, me reía y pensaba qué más tenía que hacer para que la pelota entre", se lamenta de aquel puntazo certero que dejó en el camino al arquero y cuyo destino parecía ser una segura unión entre el balón y la red. Pero no, la historia terminó en saque de meta para el "matador". Por ahora, nada de curanderos, magia o promesas: "Ja, ja; no, sigo tranquilo y confiando en mí; en mi trabajo. Ya se va a dar".
Enzo esquiva la suposición de que tanta sugestión le juegue en contra a la hora de pisar el área, su hábitat natural. "Sólo pienso en hacer el gol. Creo que cuando entre una toda la ansiedad va a desaparecer y voy a ver las cosas de otra manera. Imaginate, entrás a la cancha tratando de estar tranquilo, pero sabiendo que tenés que marcar porque al final te terminan reclamando todos. Lo importante es el apoyo del cuerpo técnico, de mi familia y de los que están siempre conmigo. Después, lo otro ya no me interesa". El dolor por las críticas de cada fin de semana están a flor de piel. Lo fortalecen, confía.
Su sueño no es gritar el 1-0 sobre la hora contra Olimpo mañana, en Bahía. "Prefiero meter tres y después disfrutar el final, ja", se ilusiona el hombre, harto de comer mortadela y deseoso de disfrutar del caviar. "Sí, lo veamos de esa manera, esperemos comer rico allá, ja".