BUENOS AIRES.- La imagen de Jorge Rafael Videla en el palco oficial de estadio de River Plate quedará indeleblemente ligada al Mundial de Fútbol que se jugó en la Argentina en 1978, y que ganó el seleccionado de nuestro país.
“Mientras se gritan los goles, se apagan los gritos de los torturados y de los asesinados”, dijo Estela de Carlotto, presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo, en el documental "La historia paralela".
En junio de 1978 se realizaba el Mundial de fútbol organizado por la dictadura militar, que buscaba mostrar un país pujante, donde las denuncias sobre violaciones a los derechos humanos no eran tales y se “vivía una fiesta”, que finalmente se convirtió en un hecho emblemático del más sangriento período de la historia del país.
“25 millones de argentinos jugaremos el mundial”, decía la canción oficial, que la mayoría entonaba sin saber de los horrores que tapaba el acontecimiento deportivo.
A diez cuadras del Monumental de River, los gritos de los detenidos torturados en el mayor centro clandestino de detención que funcionaba en la Escuela de Mecánica de la Armada, eran silenciados por la euforia de una multitud que victoreaba los triunfos de la selección nacional que finalmente ganaría el torneo.
La dictadura comandada por Videla utilizó el Mundial para exacerbar el nacionalismo y el patriotismo de la población. Para ello, el dictador argentino contrató a una consultora con el fin de contrarrestar la supuesta "campaña extranjera antiargentina", que consistía en denunciar las violaciones a los derechos humanos cometidas por el gobierno.
El jueves 1 de junio de 1978, a las 15, Videla era ovacionado en un estadio de River repleto, pero exactamente en el mismo momento un grupo de mujeres reunidas en la Plaza de Mayo, reclamaba por sus hijos desaparecidos y algunos periodistas holandeses se encontraban allí para testimoniarlo ante el resto del mundo.
La decisión de la Argentina de organizara el Mundial ‘78 había sido tomada durante el gobierno del general Agustín Lanusse, y la dictadura instaurada el 24 de marzo de 1976 dio fuerza al proyecto que, si bien nunca se supo el costo real, se estima que se fueron unos U$S 700 millones.
Años después, Osvaldo Ardiles, figura de esa selección, declaró con amargura: "duele saber que fuimos un elemento de distracción para el pueblo mientras se cometían atrocidades".
"Fui usado. Lo del poder que se aprovecha del deporte es tan viejo como la humanidad", reconoció César Menotti, entrenador del equipo.
En el plano deportivo, se cuestionó el partido contra Perú. Argentina debía ganar por 4-0 para llegar a la final, pero finalmente se impuso por 6-0 y las acusaciones de soborno siguen hasta hoy y hasta jugadores peruanos han reconocido que hubo situaciones extrañas. Posteriormente, Videla negó de manera terminante que su gobierno haya sobornado a los integrantes de la selección peruana de fútbol, para dejarse ganar por Argentina.
En el libro "La vergüenza de todos", el periodista y abogado Pablo Llonto asegura que aquel partido decisivo fue utilizado como parte de la represión, destacando que varios detenidos fueron llevados por sus torturadores a celebrar en las calles el título. El autor también declaró que se llevaban prisioneros como periodistas para que en las conferencias de prensa realizarán preguntas favorables a la situación del país.
"Nos usaron para tapar las 30.000 desapariciones. Me siento engañado y asumo mi responsabilidad individual: yo era un boludo que no veía más allá de la pelota", dijo una vez el jugador Ricardo Villa, resumiendo lo que para muchos significó en verdad el Mundial de 1978. LA GACETA