Apenas logró soltarse del retentivo abrazo que le propinó monseñor Alfredo Zecca tras el Tedéum, el gobernador, José Alperovich, se zambulló dentro de la combi que lo alejó raudamente de la iglesia Catedral. Por supuesto que no dio declaraciones a la prensa. Acababa de escuchar, desde la primera fila, una homilía que no le debe haber causado mucha gracia. En su discurso, Zecca habló de salvaguardar la división de poderes; justo en nuestra provincia, donde los poderes del Estado no tienen fama de ser independientes.
Zecca también admitió la vigencia de la pobreza, y de males vinculados a esta; entre otras: la precariedad laboral, la desocupación, el narcotráfico y la trata de personas. Lo afirmó en un distrito (Gran San Miguel) donde el 45,5% de los asalariados trabaja en negro; en una provincia cuyo índice de desocupación llega al 5,7% -cifras oficiales-; en un territorio donde la droga le gana la carrera a los jóvenes -según reconoció el propio Alperovich-, y en este agujero negro donde desapareció María de los Ángeles "Marita" Verón.
Zecca también pidió por el diálogo y por el consenso. En Tucumán es una constante la falta de diálogo del oficialismo para con otros sectores; ya sea de la oposición política o con diversos organismos de la sociedad civil -Colegio de Abogados, por ejemplo-. Sobre estas bases, resulta muy comprensible que el gobernador no haya querido atender a los medios tras la misa. Como dice la canción, a veces es mejor no hablar de ciertas cosas.