El 29 de julio de 1922, en el Cementerio del Oeste, se inauguró, construido por suscripción pública, el mausoleo que guarda los restos del dos veces gobernador de Tucumán, teniente coronel Lucas Alejandro Córdoba (1841-1913).
A ese destacado monumento, obra del escultor Arturo Dresco, fue trasladado ese día, cubierto de flores y escoltado por el Cuerpo de Bomberos con uniforme de gala, el féretro del ilustre hombre público, que reposaba desde 1913 en el panteón de la familia Aráoz-Córdoba.
Fue un acto de multitudinaria concurrencia. Hablaron el gobernador de la Provincia, Octaviano Vera y, por los amigos y familiares, Luis M. Fagalde y el doctor José Ignacio Aráoz. Este recordó que don Lucas "fue un espíritu vibrante como cuerda en tensión, pronto al sacrificio y a la acción pública, factor del bien ajeno a costa de sus propios males y desvelos".
Los años fueron pasando. Ante el mausoleo, se hizo tradición que cada año, el Día de Difuntos, las autoridades rindieran homenaje simbólico a los ex mandatarios fallecidos. Pero a partir de la década de 1990, los vándalos fueron arrancando metódicamente las letras y números de bronce que informaban el nombre del fallecido y los años de su mandato de gobernante. Un día, se los llevaron a todos.
El despojo constituía algo que merecía repararse. Con todo acierto, se lo acaba de hacer. Se ha colocado una flamante placa de mármol, diseñada en el estilo del mausoleo, que repite la leyenda arrancada. Bien está que así ocurra, ya que el lunes a las 11 se rendirá allí homenaje a don Lucas, por cumplirse el siglo de su muerte.