Lo que les sorprendió a los capacitadores del programa universitario "Habilidades para la vida" fue la fortaleza, el empuje y la sensibilidad social del grupo de cocineras del barrio ATE. Desde hace un año trabajan allí brindando formación social a través de prácticas estudiantiles y profesionales. También están conectados con organizaciones sociales de 10 barrios, como San Cayetano, San Jorge y la Medalla Milagrosa de Banda del Río Salí, entre otros. Los capacitadores primero elaboran un diagnóstico de necesidades y a partir de los resultados confeccionan ideas que entran luego en una "incubadora de proyectos sociales". Los estudiantes y profesores hacen una acompañamiento para que esos trabajos vean la luz, lo que implica que se desarrollen talleres, por ejemplo. "Siempre apuntamos al líder. Tratamos de fortalecer este recurso para que ellos lleguen a los adolescentes y al resto de la comunidad. Nuestro rol es darles más herramientas", explicó Norma Molina, directora ejecutiva del programa, que depende de la Secretaría de Extensión de la UNT.
Molina contó que las problemáticas más alarmantes que detectaron son drogadicción y violencia familiar; por ello trabajaron en el lugar estudiantes de la carrera de Psicología, para darles herramientas para detectar casos, saber cómo manejarlos o a quién recurrir. "En este momento están en una etapa importante como organización. Ya entendieron que no son sólo una cocina comunitaria, y que tienen una responsabilidad social destacada. Para ellas, constituirse como una fundación significará establecer lazos con otras organizaciones desde otra posición, y no desde la dádiva", agregó la profesional.