Nunca volvió a ser el mismo. Las imágenes se cuelan en su mente una y otra vez. Cada día vuelve a ser ese martes a la tarde. Y Rogelio se sube a su auto, sale del centro y toma por la calle Don Bosco para volver a su casa, en Villa Luján. Faltaban dos cuadras para llegar. "Sólo dos cuadras", repite. Y, de repente, una pelota se cruza en su camino. Segundos después, aparece un niño. "Frené, frené lo que más pude", resalta este contador de 47 años, padre de dos hijos adolescentes.
Fue un martes de abril, hace cuatro años. Después del choque, Rogelio levantó al chico que había caído sobre el pavimento, lo llevó hasta el hospital de Niños y no se movió de su lado hasta que llegaron los padres. Los médicos hicieron todo lo posible por salvarle la vida, pero la criatura falleció poco después.
Entonces, a la vida de Rogelio llegaron el miedo, la parálisis y el bloqueo cada vez que se subía al auto. Y tres años después vino la citación judicial por homicidio culposo. "Para mí, esto es lo de menos. Me siento muy mal por lo que pasó. Esto afectó mucho a mí y a mi familia; me cuesta salir adelante, ser el mismo de antes", confiesa, minutos antes de quebrarse, y no poder seguir hablando.
El testimonio de Rogelio (que prefiere no dar su nombre completo) fue uno de los tantos que se coló en los más de 70 cursos que ha dictado la Dirección de Tránsito municipal por pedido de los Juzgados Correccionales de la provincia. Los talleres para conductores inhabilitados se realizan desde hace siete años y ya han pasado por ellos más de 1.000 personas.
Los cursos forman parte de la pena que se les impone a los conductores que participan de un accidente. Luego de asistir al aula, los acusados deben rendir una evaluación. Si aprueban, en la mayoría de los casos, se les restituye la licencia de conducir. El objetivo es que estas personas puedan reintegrarse a la vía pública con una actitud responsable, explica Daniel García, jefe de Educación Vial de Tránsito.
El impacto
Las fallas humanas causan el 90% de los accidentes de tránsito, de las que resultan unas 22 muertes evitables por día en la Argentina (unas 8.000 anuales). Casi siempre lo que se conocen son las cifras y los detalles menores de los hechos. Y no las secuelas tanto físicas como psicológicas que deja un choque.
Un accidente marca un antes y un después en la vida de los conductores, especialmente si hay víctimas fatales. No es fácil volver a ponerse frente al volante. Esta situación queda en evidencia en los cursos para inhabilitados. En la mayoría de los casos graves, quienes manejaban un vehículo sufren mucha angustia y no concurren a una terapia para recuperarse.
En los casos más leves, hay una situación casi generalizada: la culpa es del otro. No se arrepienten de lo que les pasó, aunque sí admiten que el hecho que protagonizaron les dejó una huella imborrable. "Hace seis años sufrí un accidente de moto en Las Talitas. Yo estaba parado en una esquina para girar, vino otra moto y me chocó. Tuve un traumatismo en el cráneo y el otro motociclista, al que se la fracturó una pierna, le salió positivo el test de alcoholemia. Terminé siendo culpable del accidente sólo por ser policía", se defiende Damián(nombre ficticio porque prefiere no identificarse).
El oficial, de 31 años, recuerda que, repentinamente, cada vez que subía a su moto tenía una sensación extraña. "Los primeros meses tenía miedo de salir a la calle. Después me compuse", resalta este joven padre que, como parte de su condena, debe donar $100 durante 10 meses a un CAPS.
A Damián, al igual que a la mayoría de los alumnos, el accidente no le despertó ni culpa ni dolor. Sí se molestan por los inconvenientes que el proceso judicial les ocasionó. Los participantes muestran impotencia y sensación de injusticia por haber sido procesados cuando ellos no se consideran los responsables del accidente. Luis (también nombre ficticio) llegó al curso después de haber chocado un ciclista. El incidente ocurrió en Santa Fe y Monteagudo, en 2006. "Nunca había tenido un accidente. Llegué a esa esquina y de repente apareció el ciclista delante mío. El choque le ocasionó sólo un raspón; lo llevé al hospital, me aseguré que estuviera bien y dos años después me notificaron por una demanda de $ 250.000", cuenta el automovilista de 43 años.
"El daño moral no te lo saca nadie", "nadie respeta nada", o "nadie tiene en cuenta la vida de los demás" son algunas de las frases que suelen escucharse en el grupo que instruye el profesor Guillermo Delgado. En el aula, el docente les enseña sobre normas de tránsito y ética al volante.
Los rostros de los conductores muestran cansancio, especialmente cuando no es la primera vez que van al curso. Fue el caso de Juan, de 59 años, un chofer de colectivo que en setiembre de 2009 protagonizó un incidente en la esquina de Mendoza y Saavedra. "El coche rozó a un automovilista. En el momento en que yo pasaba abrió la puerta del auto y se bajó. Sólo tuvo raspones en las manos. No sufrió nada, y así y todo me iniciaron una acción legal", contó.
Un dato: la mayoría de los inhabilitados son hombres y en el momento del choque conducían autos, camiones y colectivos. Y reniegan por eso. Despotrican contra los motociclistas. "Ellos deberían ser mayoría acá, no respetan nada pero la ley los protege porque son los que van en el vehículo de menor tamaño", protestan.