Su tonada cordobesa es apenas perceptible. Como si la hubiera extraviado en Buenos Aires y la hubiese ido a buscar allí donde se instaló. Pero aún conserva a fuego algunas costumbres de la provincia mediterránea. Por ejemplo, ese escudo del Club Atlético Belgrano que lleva permanentemente en la solapa. Eso revela su origen. Santiago Montoya, el hombre en cuestión, no ha dudado en vestir de Papá Noel a los sabuesos de la Agencia de Recaudación de Buenos Aires (ARBA), en eso que él llama una cobranza amigable. El actual presidente del Grupo Banco Provincia de Buenos Aires (Bapro) también cree que el impuesto a las Ganancias nació con el nombre equivocado. "Y la complicó", lanza con gracia cordobesa. Según Montoya, debió y debería llamarse un impuesto a la Renta y, en esta entrevista con LA GACETA, explica el por qué.
-¿Por qué al ciudadano le cuesta tanto pagar los impuestos?
-En la memoria de la sociedad ha quedado esa sensación que el Estado argentino, en cierta medida, le ha fallado a la gente. Entonces, 10 años de recuperación, como los que hemos vivido en la última década, no son suficientes para borrar 50 años de andar a los tumbos. Después de la Segunda Guerra Mundial estuvimos igual que Brasil en términos de tamaño económico. Mire ahora: Brasil es cinco veces mayor que nosotros. Perdimos terreno. Por eso cuesta el cumplimiento tributario. Y está vinculado con la legitimidad, que nos indica qué tanto de lo que financio me regresa en términos de prestaciones. Otra vez digo, 10 años a veces no alcanza para borrar otros 50.
-Pero el país hoy tiene una presión impositiva que llega al 40%...
-Hace poco más de una década, la presión tributaria no llegaba al 30%. Pero de la mano de esta recuperación de la Argentina que experimentamos y del mayor bienestar alcanzado, también la sociedad ha concedida más legitimidad al Estado. Sino los 40 puntos serían imposible de aguantar. No obstante, duele por dos motivos: uno, porque a los impuestos hay que pagarlos; dos, porque existe un régimen tributario eficiente para juntar plata, lo cual no es malo, pero debe cumplir con otros requisitos que tienen que ver con la agenda de desarrollo de la Argentina. -¿Cuáles son esos requisitos? -Favorecer la eliminación de la economía informal y del empleo en negro. En la agenda de desarrollo de la Argentina está pendiente un nuevo sistema tributario. Si la gente se queja porque paga impuestos puede ser algo natural, pero lo hace cuando siente que, a largo plazo, hay un servicio y un Estado presente que lo ayudó. Y recién el Estado volvió a estar presente en los últimos 10 años. Sin embargo, eso no es suficiente para borrar otros 40 años de ausencia.
-¿Por qué al Gobierno le cuesta tanto subir el mínimo no imponible del impuesto a las Ganancias?
-En eso hay un problema gravísimo de concepto. Y volvemos a lo que dije antes. A lo largo de mi carrera me puse a estudiar las relaciones entre el ciudadano y el Estado. Y es difícil. Pero también el concepto de ciudadanía fiscal, es decir, cuando el Estado es el encargado de dar bienestar, pero hay que financiarlo. Entonces, digo que no es posible avanzar hacia un replanteo de la relación fiscal entre el Estado y los ciudadanos si un profundo involucramiento del componente político (no el de militancia o el de barricada, sino el de políticas públicas). Y llego a esto porque el problema (del concepto de Ganancias) arranca cuando algunos, desafortunadamente, se les ocurre decir que el impuesto a la renta debe llamarse ganancias. Cuando alguien bautizó al impuesto con ese mote en la Argentina, con un nombre tan desafortunado, sembró la semilla de una confusión gigantesca que complica cualquier discusión al respecto. Carlos Marx, por citar algún ejemplo, en la teoría del capitalismo habla justamente de las rentas de capital o del trabajo. Por eso, en la mayoría de las naciones se llama impuesto a la renta. Si se llamara así en la Argentina, tendríamos a todos aquellos claros de pensamiento y bien intencionados razonando sobre si el trabajo es una renta o no. Marx quiere decir que la renta del trabajo no es ni de derecha, ni de izquierda, ni del centro ni de adentro. Uno se ha formado, en mayor o menor medida, en el sistema estatal (escuela o universidad pública). Llegamos a un momento en que combinamos elementos para producir renta o beneficio económico. Y digo que se cobra el impuesto a partir de ciertos ingresos; no todos. Ahora, cuando el contribuyente que se formó produce beneficios, ¿por qué no le puede tocar una partecita de eso al Estado? La renta del trabajo.