¡Abracacabra!", dice un mago mientras saca de su galera un conejo tan blanco como la espuma de mar. "¡Abracadabra, pata de cabra!", pronuncian los niños y todo se hace posible...
Sí, porque abracadabra es tal vez una de las palabras más antiguas y misteriosas. La pronunciamos desde pequeños, pero casi siempre sin saber que tiene un origen arcano. Los lingüistas sostienen que el vocablo proviene del hebreo Aberah KeDabar, que literalmente significa "creo a medida que hablo". El término no alude a la fe sino al acto de "crear". Se refiere fundamentalmente al poder que, se le atribuía en el principio de los tiempos a cualquier palabra: Dios creó al universo con un verbo puesto en acción. En un principio decir era lo mismo que hacer.
Sin embargo, en uno de sus maravillosos textos, Eduardo Galeano asegura que abracadabra proviene del hebreo antiguo y que significa: "envía tu fuego hasta el final". Esta frase alude, sobre todo, a la faceta sanadora del término. De hecho, los antiguos creían que este vocablo tenía el poder de curar enfermedades físicas y morales. Aunque, para que sea efectiva, había que escribirla sobre un pergamino virgen quitándole una letra a cada línea, de manera que se formaba una pirámide invertida que terminaba con la letra A. Luego el pergamino era enrollado y colgado en el cuello del enfermo con una cuerda de lino durante nueve días. Terminado el plazo, el doliente debía arrojar el pergamino por encima del hombro derecho en algún río que corra de oeste a este. Esto bastaba para espantar los males estomacales, las convulsiones y los excesos de todo tipo. También era usado por los esclavos para frenar la ambición de poder de la clase política.
Puede parecer una gran estupidez -los antiguos tenían una sabiduría que no es comprendida en nuestros días- pero lo cierto es que si la palabra abracadabra ha podido sobrevivir a los cazadores de brujas y a la Inquisición, es porque realmente tiene un poder inmenso.
Entonces, tal vez podamos usarla nosotros también; no ya como un mantra infantil, sino como una palabra sanadora. A lo mejor si la pronunciamos correctamente quizás podremos espantar los males que nos quitan el sueño. Hagamos la prueba: escribamos abracadabra y echémosla al viento; sigamos diciendo como Galeano: "envía tu fuego hasta el final".