Margarita Cruz nunca llora. Es feliz. Y lo es a pesar de que vive en una casilla de chapa, de que sueña con un baño que no tiene y de que jamás ha cocinado sobre unas hornallas, sino inclinada ante un brasero en el que arde la leña. Sin embargo le alcanza con esa tierra, en la que ha plantado lechugas, para sentirse una mujer afortunada.
Son las 8.30 de la mañana. Margarita -86 años, cuerpo menudo- se ceba unos mates dulces ("¡para qué voy a tomar una bebida amarga!") y se acomoda el pelo blanquísimo con las manos. Está sentada desde hace un rato junto al fogón, absorbiendo el calor, porque temprano hace frío en su casa incrustada en los cerros de Horco Molle, al oeste de Yerba Buena.
El de hoy es un domingo atípico en esta zona de montañas, sembradíos, gallinas y rancheríos. La soledad habitual se ha visto alterada por decenas de autos rentados por un político que va a los caseríos, distantes entre sí, y convidan a sus propietarios con un viaje gratuito hasta la escuela en la que deben votar.
Margarita está esperando a que uno de esos vehículos se anime a trepar la empinada cuesta de pedruscos que separa su vivienda de un río por el que no corre agua. Ella jamás ha faltado a una votación, porque dice que es importante "poder elegir".
Hace años que sus vecinos la llaman "La andariega". Desde que era una jovenzuela recorre a pie las escarpadas sendas de malezas y barro seco. Pero ya no está para esos trotes, así que aguarda.
Mientras, separa los ingredientes para el almuerzo con el que alimentará a algunos de sus 11 hijos y de la "carrada" de nietos. Va a hacer una sopa frita. Para ello necesita carne, cebolla, pimiento y zapallo. Picará todo bien chiquito y lo rehogará en una olla, asegura. Luego agregará el agua.
En las últimas elecciones votó por los gobernantes actuales. Pero ahora se siente decepcionada porque ellos le hicieron promesas: ella les creyó y no cumplieron.
Eso se acabó -dice Margarita-. Nadie la ha ayudado a construir otra habitación. La mayoría de la gente de ahí -cuenta- es interesada. Cambia su voto por algunas mercaderías o chapas. Pero, esta vez, ella votará a otros. Ya no les cree. "No me gusta la mentira", afirma y se marcha a recoger unas paltas ya maduras, que acaban de caer al suelo.
Todo por un voto
Rutas copadas por los "tole2".- La mañana de las elecciones mostró en Yerba Buena un descomunal despliegue de autos rentados e identificados con el cartel "Tole2". Aún antes de que clareara, la flota ya recorría las calles humildes en busca de aquellos que quisieran acceder a un traslado gratuito. La situación adquirió ribetes de antología en escuelas de San José.
Rutina dominical.- Las PASO tampoco pudieron con la rutina dominguera de los yerbabuenenses. Las platabandas de la avenida Perón cobijaron a los deportistas y los centros comerciales trabajaron como si fuese un domingo cualquiera. El patio de comidas del shopping Portal estuvo casi lleno por momentos. Lo mismo sucedió con los bares de los otros "shoppings".
Mediodía con sobresaltos.- Alrededor del mediodía, el movimiento en las escuelas tomó ritmo y comenzaron a observarse algunas colas de electores. Incluso, en tres puntos de la avenida Aconquija, donde se encuentran el Colegio San Patricio primario, la Escuela Thames y el Colegio San Javier, se produjeron algunos congestionamientos ocasionados por los coches con la insignia del jefe comunal.
Solos y a pie.- Los hermanos Dolores y Jesús Olina se levantaron temprano. Ella tiene 45 años y es madre de dos hijos. El ha cumplido los 50, y tiene cinco hijos y 14 nietos. Dicen que, donde viven, todos votan a los gobernantes. Ellos, en cambio, piensan que se necesita más trabajo y menos "vagancia", y que las ayudas sólo sirven para "quitar la dignidad a los hogares". Por eso, rechazaron a los autos, y fueron a votar solos y a pie.