El hombre tiene perfil bajo, no sonríe para la foto y le esquiva a las cámaras y a los micrófonos. Pero habla con todos, teje alianzas y despliega aparato a diestra y siniestra. Hasta copó el territorio supuestamente impenetrable del Este provincial, que supo estar dominado por dos históricos: Alberto Herrera y Olijela del Valle Rivas.
Osvaldo Jaldo fue el gran elector del alperovichismo. Sus dominios arrancan en Trancas, su tierra natal, y desde allí llegan hasta los límites con Santiago del Estero. Ahora, tras la buena elección, sus allegados afirman que esconde la cabeza. Sabe que si infla el pecho cosechará enemigos en vez de elogios.
Comparando porcentajes, sólo el intendente Roque Graneros -en Graneros- obtuvo más votos que el tranqueño. En esa localidad sureña, un 73,46% de los votantes optaron por el Frente para la Victoria. En Trancas, un 65,63% le dijeron que sí al partido fundado por Néstor Kirchner. Toda comparación es odiosa, en este caso, para los coroneles alperovichistas que tienen pocas medallas para ofrecerle a su líder. El capo del Oeste, Sergio Mansilla, casi pierde Concepción, no puede mostrar un récord en su Aguilares natal (sacó el 59,49% de los votos) y en Chicligasta obtuvo la tercera peor ventaja del FpV por sobre el Acuerdo Cívico (alrededor de 20 puntos). En la capital, el hombre que él invento (como bautizó el columnista Federico van Mameren a Juan Manzur) salvó la ropa por un puñado de votos y dejó en duda que el apoyo de José Alperovich sea suficiente para que lo suceda en la gobernación dentro de dos años. De los cercanos, Los Gassenbauer fueron los únicos que mostraron poder de fuego (y de bolsoneo) y coparon la parada en casi todos los distritos de San Miguel de Tucumán en los que "Guille" pintó las paredes. Por algo el ministro de Seguridad es el único que acompaña al mandatario en el viaje que emprende hoy a Israel...
Los Cuatro Fantásticos (Manzur, Jaldo, Gassenbauer y Mansilla) le flaquearon a Alperovich. De ese cuarteto de hombres que viajan con él, que lo acompañan a todos lados, que lo escuchan, que lo aconsejan y diagraman las campañas electorales en la mesa chica, el veterano productor agropecuario del Este es el único que mostró sus superpoderes.
Jaldo no es nuevo en batallas electorales. En su historial muestra victorias para sí y para los suyos: fue intendente de Trancas, luego se fue a la Legislatura, sentó en los cargos que iba dejando a los hombres que él eligió y se convirtió en íntimo del gobernador en el puesto clave de ministro del Interior. Pero "don Osvaldo" es el mismo dirigente que con Julio Miranda en retirada disputó la candidatura a gobernador con el en aquel entonces senador recién convertido al peronismo. Los justicialistas más aguerridos resistían la figura del converso y desparramaban el nombre de Jaldo. Querían que fuese la cabeza de la sucesión del bastardeado mirandismo. La fuerza arrolladora del Alperovich modelo 2003 dejó las negociaciones en las sombras y el ex intendente se subió al carro del ex radical.
Con la deslucida victoria del domingo, Jaldo dejó atrás a los otros tres superhéroes de Alperovich y se instaló como el gran elector. Allí los subieron los votos, como lo bajaron al ministro de Salud de la Nación.
El gobernador se sabe ganador y confirmó que los votos son suyos y que no son trasladables a cualquiera. No perdió los comicios y mantiene una estructura aún poderosa. Decir que el alperovichismo llega a su fin es tan aventurado como afirmar que otro tanto sucede con el kirchnerismo. Sin embargo, los números hablaron y gritaron que sin "jaldos", "colorados" y "mellizos", el invento que pergeñó Alperovich no garantiza otra década en el poder.