Cuando el barco está encaminado al naufragio, poco se puede hacer que no sea salvarse a uno mismo. En esa situación se vieron los tucumanos Nicolás Sánchez y Julio Farías, que cumplieron en esa media hora inicial en la que todo parecía posible, incluso ganar. Pero con el correr de los minutos y la profundización de la crisis fueron arrastrados por el desconcierto general que se apoderó de Los Pumas.
Está claro que las diferencias entre sudafricanos y argentinos todavía son grandes, en lo físico y en el juego. Pero los hombres de Phelan podían llegar a dar el golpe si lograban concretar lo que habían practicado; esto es, tener una buena obtención a partir del scrum y sobre todo del line, y aprovechar esos momentos de posesión.
Sin embargo, no estuvieron ni cerca de lograrlo. Por eso se hace difícil calificar la tarea de "Cachorro". Su función de distribuir juego se vio dificultada por la falta de control de pelota que tuvo el equipo argentino. "Nico" quiso, pero no pudo. Y cuando tuvo el óvalo en las manos, la presión de la marca le ahogó los espacios. Y así terminó como todos, tomando decisiones a las apuradas, que pueden terminar en un mal pase o en un kick que deje la pelota dentro del campo. Además, en los movientos de los Springboks se vio obligado a arremangarse y colaborar en defensa, cuando lo ideal es que las preocupaciones del apertura pasen por otro lado.
Tampoco le fueron fáciles las cosas al "Flaco". Debió entrar de apuro y casi de incógnito, porque las cámaras se fueron todas con el reemplazado Albacete, que por lo visto aún no estaba en condiciones de semejante exigencia. En ese momento, Los Pumas estaban acomodándose, y Farías entró para aportar lo que tiene: actitud, tackle y firmeza a la hora del ruck y el contrarruck. Pero su entrega fue cayendo en la nada, por culpa de un rival que en el segundo tiempo fue una impiadosa máquina de matar.
Quedan seis días para la revancha en Mendoza. Es poco tiempo, pero el jugador de rugby debe estar preparado para esto.